El neoliberalismo, una ideología contraria al equilibrio social (Texto pdf)

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Parecía que había muerto con la crisis de 1929 y que alguien se había olvidado de otorgarle su certificado de defunción. Colocó al sistema capitalista al borde de su extinción, de la que fue salvado por el resurgimiento de la ideología clásica aggiornada por J.M. Keynes. Resucitó de la mano de R. Reagan y M. Thatcher en la década de los setenta. Debería pensarse que, a partir de la crisis del Brasil, y no obstante el apoyo que recibe de los centros financieros, ha llegado el momento de efectuar las exequias del neoliberalismo.

De concepción monetarista, privilegiante de las variables monetarias por sobre las que se vinculan con la economía real, ingresó con fuerza en los países emergentes en el marco de la denominada globalización, concepto que en realidad se refiere a la nueva frontera ideológica que se consolida luego de la implosión soviética. Sin embargo, sus impulsores y defensores no advirtieron o no quisieron advertir la flagrante contradicción que existe entre la adopción de un régimen político, la Democracia, que es por definición un estilo de vida con igualdad de oportunidad para todos con un sentido profundamente solidario, y el Mercado, en el que el éxito depende ya no de los méritos sino del poder de negociación de quienes concurren al mismo.

En este encuadre somos testigos de un severo cuestionamiento a la economía como ciencia social, dado que hay serias dudas acerca de su aptitud para contribuir a la solución de los graves problemas que aquejan a la humanidad, las cuales están abonadas por los debates entre los economistas, que en no pocas oportunidades se efectúan desde posiciones francamente opuestas. 

El privilegio que algunos otorgan al análisis macroeconómico constituye un enfoque unilateral además de insuficiente, toda vez que el presunto equilibrio atribuible a los «fundamentales» demuestra no garantizar ni el pleno empleo ni la justa distribución de los ingresos. El repliegue del Estado, exigido por el neoliberalismo, no es otra cosa que la pretensión de renuncia por parte de los gobernantes a su función específica: la de gobernar. Dicha función se deja a cargo del Mercado, al que se le atribuyen virtudes que no tiene, dada la ausencia de uno de sus prerrequisitos como es el de la libre concurrencia (lo cual no debe interpretarse como un rechazo a su rol en cualquier economía moderna). Claro está, con el control que debe realizar el Poder Político para evitar la presencia y acción de los monopolios. 

Tanto la macro como la microeconomía son por sus consecuencias sociales lo suficientemente importantes como para quedar libradas exclusivamente a acciones privadas, sin las necesarias decisiones públicas. Lamentablemente, a la clase dirigente parece preocuparle mucho más la estabilidad monetaria que la lucha contra la marginación y la exclusión, cuyos antecedentes inmediatos son los altos niveles de desempleo, subempleo e informalidad laboral. Este cuadro no se revierte sin fuertes liderazgos y políticas públicas, apelando solamente a invocaciones voluntaristas. 

¿Constituye esta afirmación un cuestionamiento al formidable edificio teórico en el que se apoya la Economía como Ciencia? En modo alguno. El mismo, originado en los aportes de clásicos como W. Petty (1623-1687), A. Smith (1723-1790), T. Malthus (1766-1834), D. Ricardo (1772-1823), K. Marx (1818-1883) y J.S. Mill (1806-1873), por citar sólo a los principales, da lugar a un modelo con fuerte apego a la realidad. La producción ocupa el lugar central. 

Era una teoría lúgubre y con una alta cuota de resignación para las clases más pobres, siendo su expresión concreta la famosa «Ley de bronce de los salarios». Las apelaciones a leyes regulatorias del mercado por parte del Estado en defensa de los consumidores, y el intento de establecer principios de equidad en las finanzas públicas, destacan los caracteres de la economía clásica: su realismo, ya que se combina el compromiso con la producción, y la preocupación por los problemas sociales. 

Parece oportuno mencionar que uno de sus precursores, William Petty, recomienda ya a mediados del siglo XVII utilizar las finanzas públicas para compensar las fluctuaciones en el nivel de actividad, anticipando en casi tres siglos a la Teoría Keynesiana, con el fin de evitar el paro involuntario1. Es en este autor donde se encuentran las primeras elaboraciones de la contribución al financiamiento del gasto público apoyadas en el principio de la capacidad de pago. 

A mediados del siglo XIX se producen cambios culturales a los que la economía no resulta ajena. Como consecuencia del auge que adquiere el análisis matemático debido al avance de la física en momentos en que Charles Darwin (1809-1882)2 da a conocer su teoría sobre «El Origen de las Especies», adaptada al campo de la sociología y la religión con particular entusiasmo por el filósofo Herbert Spencer (1820-1903), otorgándole el sentido ético necesario para justificar al Mercado como el medio más idóneo para la selección de los más capaces. 

Dado que los fenómenos que caen bajo el estudio de la Economía son susceptibles de medición y pueden ser expresados por funciones continuas, el uso del cálculo diferencial se coloca como instrumento indispensable, y da lugar posteriormente a la Escuela Marginalista. Entre algunos de los pensadores fundacionales del Neoliberalismo puede citarse a Cournot (1801-1877), Jevons (1835-1882), Menger (1840-1921) y Walras (1801-1866). 

Por oposición a la Clásica, esta escuela tiene una concepción individualista y no social, idealista y no realista, caracteres propios del marco intelectual que arranca en 1860. Resulta un ejercicio muy simple encontrar estos rasgos en la mayoría de quienes adscriben a políticas económicas que privilegian al sector financiero de la economía y no al real, elevando al Mercado a la categoría de dogma al tiempo que descreen del Estado en cualesquiera de sus funciones para lograr la verdadera síntesis de los intereses sociales. Rasgos, en definitiva, que definen a los neoliberales.

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El neoliberalismo una ideología contraria al equilibrio social

 

Haití: el costo de cargar maletas

José Steinsleger/ I

La Jornada

Los cataclismos trastornan la vida de los pueblos. El Diluvio anegó las civilizaciones de la Mesopotamia bíblica, la corriente de El Niño influyó en el declive de los antiguos mayas; el terremoto de 1985 cimbró el orden político en México; pequeños estados insulares empiezan a ser tragados por el Pacífico; California se desprenderá del continente mañana, o en los próximos 500 años; la tala de la Amazonia (pulmón del planeta) deja áreas gigantescas de color ocre.

El terremoto de Haití fue más devastador, aunque menos intenso que el de Chile. ¿Porque Haití es más pobre? En 2005, un huracán destruyó Nueva Orleáns, ciudad ubicada en un estado (Louisiana) que tiene cuatro veces menos de habitantes, un PIB similar y un per cápita cinco veces mayor al de Chile. Levantada por esclavos africanos, la cuna del jazz se reconstruye con salarios del primer mundo. En cambio, el país «modelo» de América Latina reconstruirá sus ciudades con salarios del cuarto mundo.

¿Pero qué será de Haití? El primer cataclismo de La Hispaniola (así llamada por Cristóbal Colón) acabó con su población nativa. Poco más extensa que Zacatecas (76 mil 480 kilómetros cuadrados), la isla antillana estuvo habitada por 350 mil arawacs, caribes y taínos, pueblos borrados del mapa por Bartolomé y Diego Colón, hermano e hijo del almirante.

El segundo cataclismo duró cerca de 300 años, y consistió en la importación de millones de esclavos africanos. El tercero fue la guerra por la independencia en la que 100 mil esclavos murieron en combate (1791-1804), el cuarto fue el ensañamiento de la blanquitud con la república independiente, y el terremoto de enero pasado expulsó a los haitianos a los confines de la civilización.

La independencia de Haití ha sido deliberadamente ignorada por negra, antiesclavista, anticolonialista, antintervencionista, anticlasista, por derrotar en el terreno militar a los tres grandes imperios de la época, y por emplazar al pensamiento eurocéntrico, haciendo crujir las marquesinas filosóficas de la civilización occidental.

La primera y última rebelión victoriosa de esclavos en la historia de la humanidad guardó profundas diferencias con el resto de los procesos independentistas de América hispana. Los haitianos defendieron a tal grado su noción de libertad, que las juntas emancipadoras del continente optaron por soslayar sus alcances políticos y densidades conceptuales.

El escritor cubano Alejo Carpentier observó que entre los enciclopedistas franceses la idea de independencia tenía un valor meramente filosófico: «Se dice independencia frente al concepto de Dios, frente al concepto de monarquía, y la libertad individual del hombre. Pero nunca hablaron de independencia política o emancipación total, como en Haití». Los sabios de la época no quisieron estudiar a Haití. Para ellos, los negros eran una especie de dudosos atributos humanos.

Ahí tenemos a John Locke (1632-1704) escribiendo a la luz del candil sus ensayos sobre el entendimiento humano, mientras endulza el té cosechado por los esclavos de Inglaterra en India, con el azúcar de los esclavos de Europa en las Antillas. Y ahí tenemos a Charles-Louis de Secondat (barón de Montesquieu y Señor de la Bréde), quien posiblemente fumaba algo especial cuando en El espíritu de las leyes (1748), atusándose el bigote, explicó sus curiosas teorías sobre el azúcar, que:

«… sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro».

El empirista Locke y la «democracia moderna». Su discípulo Montesquieu y la «división de poderes». El epicúreo Rousseau y su «buen salvaje». El cínico Voltaire y sus «críticas» al poder. El deista Diderot y la legitimación del colonialismo en su Enciclopedia. El humildísimo Napoleón y su famoso Código Civil que los estados modernos de América hispana clonaron en el siglo 19.

Concedido. Los ideólogos del llamado Siglo de las Luces murieron sin enterarse de la revolución francesa y de las rebeliones de los esclavos en Haití. ¿Y Carlos Marx? ¿Alguno de sus biógrafos nos explicó por qué habiendo sido un atento lector de La riqueza de las naciones (Adam Smith, 1776), Marx investigó la cuestión colonial en Irlanda e India, y pasó por alto la feroz guerra independentista en la colonia que generaba 75 por ciento de la producción mundial de azúcar, generando a Francia más beneficios que las 13 colonias de Inglaterra en América del Norte?

Como fuere, el escritor y político dominicano Juan Bosch acertó al advertir que «… cualquier estudioso de Marx puede encontrar en la revolución de Haití todas sus ideas convertidas en hechos».

 

¿Todos pederastas?

Jaime Richart

Kaosenlared

 

Sólo los ruines disculpan a los miserables, sólo los que roban los bienes públicos disculpan a los ladrones, sólo los que no se refrenan comprenden a los violadores.

¿Cómo es posible que desde el papa hasta los arzobispos españoles, todos relativicen la pederastia y hayan arropado, encubierto o exculpado a los pederastas, sin que todos ellos no sean pederastas por acción o por omisión, por comportamiento, tendencia o intención?

Podemos estar de acuerdo en que no todos los clérigos y seminaristas son igualmente abyectos. Pero es inconcebible que un pecado (en su doctrina) y al tiempo un delito (en la sociedad civil) sea visto por el papa y los purpurados con condescendencia cuando la pederastia es una conducta que deja casi siempre terribles secuelas en el niño. ¿Cómo se puede decir, como dijo un obispo de Canarias, que las víctimas de pederastia a veces «provocan»?

Y por si fuera poco ese desatino despreciable, resulta repulsiva la cansina preocupación de los clérigos por el embrión humano, llamando asesinos a quienes dan legalmente la opción a la mujer de no permitir su desarrollo completo, pero callando cobardemente ante las invasiones armadas y demás monstruosidades a cargo del imperio y de sus acólitos acerca de los que nada dice la Iglesia y si algo dice, sería con tibieza cómplice.

Para defender la siniestra causa de la pederastia de los clérigos, se alega que ellos también son «humanos». Bien, pues júzguenseles como humanos que son, y con la agravante del código penal aplicable a todo humano que abusó teniendo ascendiente sobre la víctima, pero no sustrayendo al clérigo al juicio de la sociedad civil, que es lo que ha estado haciendo la Iglesia en todos los casos.

¿Cree la Iglesia católica a cuyo frente está un personaje que ya ha dado muestras de extravagancia y de insensatez impropias de un representante de su Altísimo, que no se va a ir muy pronto a pique? Vaya, vaya el papa otra vez a América Latina, a África y al mundo entero, y comprobará con sus propios ojos cómo el mundo le va dando la espalda rápidamente; cómo se ha percatado el mundo de que la católica Iglesia no hace más que mercadear con la doctrina de su Fundador y prostituirla. Da la impresión de que entre toda la clerigalla sólo contados sacerdotes son cabales, y de que, gracias a ellos, sus jerarcas pueden alardear de sensatez y santidad.

 

Las campañas contra Cuba y la maquila de los bostezos

Elíades Acosta Matos
Progreso Semanal

 

Mucho más que económica, diplomática o militar, la guerra contra Cuba ha sido, y es, una guerra cultural total, y eso explica su prolongación y encarnizamiento. Y si alguien tiene dudas, que revise por estos días cómo marchan las cosas por el frente mediático, cómo se usan todas las armas, todas las tecnologías, todos los esfuerzos por demoler la resistencia de una isla rebelde negada a diluir su nacionalidad o a entregar su proyecto social.

Cuando se enfrentan ejércitos, flotas o brigadas acorazadas, siempre puede determinarse el minuto en que se inician y en el que cesan las hostilidades, hay treguas, armisticios, incluso, leyes internacionales que rigen los conflictos. Nada de eso se aplica en las batallas donde se enfrentan ideas, visiones del mundo y valores. Parece que para algunos todo puede convertirse en un arma arrojadiza con tal de desmoralizar, aislar, herir, o escarnecer al contrario. Se busca demonizarlo, hacer de su causa un motivo de vergüenza, un anacronismo. No importa lo que se publique, no importa si se miente, no importa si se apela a métodos canallescos, como el trucaje de fotos, la publicación de imágenes que ofenden la dignidad humana, ni siquiera que se hagan llamados a la violencia, o a cometer actos vandálicos. Para esos todo vale, si se logra aislar a Cuba, debilitarla, hacerla un blanco válido para invasiones, «operaciones de estabilización», «reconstrucción de estados fallidos» o «intervenciones humanitarias».

Ya se sabe que Cuba actúa sobre ciertos sectores de la política norteamericana como mismo influye la luna llena sobre el hombre-lobo, frase afortunada que corresponde a Wayne Smith, quien dirigiera la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, en tiempos de Carter, y que sabe perfectamente de lo que habla. ¿La razón profunda, casi freudiana, de un encarnizamiento irracional que lleva más de medio siglo y que ha sobrevivido a más de diez administraciones republicanas y demócratas, incluso a la misma Guerra Fría? Pues algo de ello hallamos en un informe de 1965, hace ya 45 años, redactado por Albert Wohlstetter,[i] uno de los estrategas del movimiento neoconservador norteamericano, y quien fue asesor de todos los presidentes que ocuparon el puesto entre Eisenhower y Bush Sr.:

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El puño de hierro de la oligarquía

Editorial de la revista Punto Final

 

En menos tiempo del que se suponía, el presidente Sebastián Piñera ha evidenciado que la represión -preventiva o punitiva- se contempla como el instrumento principal de su gobierno para enfrentar las movilizaciones populares. Lo hace en un contexto político todavía confuso, en el cual el principio del «orden» a cualquier precio aparece como el eje de acción del nuevo gobierno, imitando con ello lo esencial de la dictadura militar. No en vano el actual bloque gobernante es el mismo que sustentó a esa dictadura. Está constituido, como ayer, por la derecha política, el gran empresariado, las multinacionales y las fuerzas armadas. Hay, sin embargo, un factor relativamente novedoso. Se trata de los esfuerzos que despliega el presidente Piñera para construir un entendimiento con la Democracia Cristiana e incluso con otros sectores de la Concertación. Pero lo principal -insistimos- sigue siendo el fortalecimiento represivo y disuasivo del Estado para evitar que la protesta social -que sigue incubándose por la magnitud de problemas no resueltos que agravó el terremoto del 27 de febrero-, se organice y desborde en las calles. Así quedó demostrado con el impresionante despliegue militar-policial del 29 de marzo -Día del Joven Combatiente- que incluyó hasta un inexplicable toque de queda en la ciudad de Concepción, donde nunca se conmemoró el asesinato de los hermanos Vergara Toledo.

A diario surgen nuevos indicios, enmarcados en el llamamiento a la «unidad nacional» para enfrentar la emergencia derivada del terremoto y maremoto, que se orientan a ampliar la base de apoyo político del gobierno. En ese sentido, tres senadores democratacristianos visitaron La Moneda para entrevistarse -con amplia cobertura publicitaria- con el presidente de la República, enviando una señal que provocó molestia hasta en la propia DC. El pretexto fue entregar al presidente el acuerdo del Senado -que promovió la bancada DC apoyada por el senador Fulvio Rossi, presidente del Partido Socialista- que condena presuntas violaciones de los derechos humanos en Cuba. El acuerdo del Senado pide al gobierno que apoye en la OEA y en otros organismos internacionales la campaña anticubana que promueven EE.UU. y la Unión Europea. Piñera, por supuesto, accedió encantado a la petición de los senadores de la DC y públicamente comprometió a su gobierno en futuras acciones anticubanas -que por lógica habrá que extender a Venezuela, Ecuador y Bolivia, cuyos procesos revolucionarios también son condenados por la Casa Blanca-. Sin embargo, los ataques a Cuba del presidente Piñera y de los senadores democratacristianos sólo fueron un burdo pretexto, una cortina de humo que esconde propósitos de política doméstica. En realidad lo que busca Piñera es un entendimiento con la DC que le permita ampliar su base de sustentación y, sobre todo, mantener a raya a la UDI. Este partido de innegable naturaleza fascistoide, no ha tardado en criticar abiertamente al presidente Piñera en temas tan sensibles como los relacionados con el manejo de su fortuna, incrementada en el último tiempo mediante audaces maniobras en la Bolsa.

Piñera requiere contar con un factor de equilibrio político que no lo deje a merced de la UDI. Busca, por lo tanto, un aliado implícito más cercano a sus propias ideas políticas. Ese rol puede cumplirlo la DC. Piñera, como se sabe, procede de la matriz ideológica democratacristiana e incluso sus vínculos familiares se entrelazan con ese partido. En síntesis, el ataque a Cuba escenificado en La Moneda con fanfarria mediática, fue una faramalla para mostrar una imagen de coincidencia e identidad política entre el presidente de la República -líder de la derecha- y la DC, pilar carcomido, pero pilar al fin, de los restos de la Concertación. Lo que está en marcha pues es una operación destinada a revalidar un proyecto de cogobierno que permita a Piñera librarse de los tentáculos de la UDI.

Lo más criticable de esta tramoya, sin embargo, ha sido la increíble actitud de la bancada de diputados socialistas que, siguiendo el ejemplo DC en el Senado, aprobaron por unanimidad su propia condena al gobierno cubano. Si la actitud de los senadores DC puede explicarse por el tradicional anticomunismo de ese partido, no tiene justificación en cambio la del Partido Socialista que ha pisoteado su tradición revolucionaria y latinoamericanista, ofendiendo la memoria del presidente Salvador Allende que mantuvo hasta su heroica muerte una inalterable lealtad hacia la Revolución cubana. En este sentido causa repulsión y desprecio la declaración del presidente interino del PS, senador -gracias al sistema binominal- Fulvio Rossi, que se declaró «orgulloso» del viraje anticubano del Partido Socialista.

En un escenario político debilitado por la corrupción, la comunidad de los negocios y el eclipse de los principios e ideologías, el voto anticubano de los diputados socialistas pudiera enmarcarse en los mismos objetivos de la operación Piñera-DC antes reseñada. La crisis de la Concertación, convertida en un cascarón vacío, inorgánico y estéril, podría ser utilizada por quienes buscan institucionalizar el cogobierno con la derecha, para asegurar una alternancia que, en definitiva, no cambia nada.

Para llevar a la práctica su política de «orden» y ampliación del modelo neoliberal, el presidente Piñera cuenta también con las fuerzas armadas y Carabineros. La designación del ex comandante en jefe del ejército, general (r) Oscar Izurieta, como subsecretario de Defensa, ilustra esta situación. Más aún cuando no es un secreto que Piñera le ofreció el cargo cuando todavía comandaba esa rama de las FF.AA., en el gobierno de Bachelet. Después de 20 años de gobiernos de la Concertación, las fuerzas armadas han vuelto a asumir responsabilidades propias del gobierno civil y disfrutan de una posición privilegiada que tiende a acentuarse. En efecto, el locuaz ex ministro de Defensa, Francisco Vidal, hizo un balance señalando que en el período de la Concertación se había logrado «la profesionalización y la despolitización» de las FF.AA. Esto, por supuesto, es absolutamente falso. Los militares siguen politizados en defensa de la Constitución pinochetista -aún vigente- y de lo fundamental del legado de la dictadura. Como sector ciudadano, los militares pertenecen al bando de la derecha, como lo demuestran la designación de Izurieta y las críticas del general (r) Juan Emilio Cheyre, también ex comandante en jefe del ejército, al gobierno de la presidenta Bachelet. Tampoco ha cambiado la doctrina de las FF.AA., siempre asentada en las ideas de la Seguridad Nacional como instancia totalizadora. No ha existido una crítica a fondo de su papel en el golpe de Estado de 1973 ni en la conspiración que lo precedió, ni tampoco un balance a fondo de la dictadura con sus efectos sobre la soberanía y su apoyo a la dominación oligárquica. Todo esto, a pesar de los esfuerzos que realizó la Concertación por «ganarse» a los militares eligiendo el camino equivocado, que consistió en asegurar la impunidad de Pinochet y de los altos mandos de las distintas ramas culpables de traición y atrocidades contra la población. Pinochet es reverenciado al interior de los cuarteles. El almirante José Toribio Merino ya tiene estatua en un recinto naval y un buque de guerra lleva su nombre. Se toleró que las FF.AA. no respondieran por las violaciones de los derechos humanos que cometieron sus efectivos. Y para tratar de asegurar su apoyo se facilitó un gasto militar que provoca inquietud en los países vecinos. Chile se ha convertido, gracias a la generosidad de la Concertación, en el principal comprador de armas de Sudamérica y es el número 13 en el mundo, por sus adquisiciones de aviones y tanques, como revela el informe que sobre el aumento del gasto militar en América Latina ha dado a conocer en Estocolmo el Instituto Internacional para la Investigación sobre la Paz. Generales del ejército y la Fuerza Aérea dirigen las tres zonas de catástrofe del país y disponen de amplias facultades para subordinar a sus decisiones a las autoridades civiles, restringir los derechos civiles y políticos, imponer el toque de queda, etc. Con esas atribuciones pueden participar en todos los regímenes de emergencia que contempla la Constitución heredada de la dictadura.

En este contexto, la arenga del presidente Piñera en el cuartel de las fuerzas especiales de Carabineros, en vísperas del Día del Joven Combatiente, constituyó una «provocación inaudita», como la calificó el diputado DC Gabriel Ascencio. El presidente de la República cometió el injustificable desatino de intentar amedrentar a la familia Vergara Toledo y a los ciudadanos que cada 29 de marzo conmemoran el asesinato de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo, ultimados hace 25 años por carabineros (aún no condenados por la Corte Suprema). Hablando a las fuerzas especiales de Carabineros, el mandatario pidió mano dura contra los «delincuentes», asegurando a Carabineros el apoyo total del gobierno a sus actuaciones para imponer el «orden». Fue una clara garantía anticipada de impunidad, atendida la brutalidad habitual con que actúan esas fuerzas de choque de la policía uniformada.

Entretanto, en Concepción se decretó el toque de queda en la noche del 29 de marzo y -según el informe de un canal de TV-, además de las patrullas de soldados y carabineros se utilizaron dos aviones no tripulados de tecnología israelí para vigilar desde el aire eventuales actos de protesta… que no ocurrieron.

El balance de la jornada fue menos auspicioso de lo que esperaba el gobierno, teniendo en cuenta el notorio decrecimiento de estas protestas en los últimos años. Si el año 2007 hubo 743 detenidos en el Día del Joven Combatiente, en 2008 esa cifra bajó a algo más de 200 y el año pasado sólo se registraron 29 detenidos. Esta vez hubo 97 personas detenidas en Santiago y Concepción, sobre todo por infracciones al toque de queda en la capital de la región del Bío Bío. El despliegue represivo, siguiendo las directrices presidenciales, fue impresionante. En Santiago y Concepción se desplegaron en combate 15.650 militares y policías para impedir -por intimidación- que ocurrieran protestas que pudieran ser asociadas al aniversario del asesinato de los hermanos Vergara Toledo. La tradicional romería que acompaña a la familia en Villa Francia, fue disuelta por los carabineros una vez terminada, cuando se clamaba por la sentencia que debe pronunciar la Corte Suprema en estos días. La represión en Santiago fue preventiva, con helicópteros se vigilaron los lugares considerados críticos en años anteriores, y se usó a discreción agua y gas lacrimógeno.

Lo sustancial sigue en pie: ¿será posible contener las eventuales manifestaciones populares contra la cesantía y las alzas de precios y tarifas, con el despliegue de militares y policías? ¿No se está volviendo disimuladamente a los tiempos de la dictadura, con zonas de emergencia, estado de sitio y calles copadas por uniformados armados como para la guerra?

Nada bueno promete la orientación del gobierno. Sin embargo, hay que admitir que tiene fuertes posibilidades de imponerse por la debilidad y tendencia a la deserción que campea en la oposición y, sobre todo, por la ausencia de una Izquierda -política y social- independiente, que canalice las fuerzas populares. Frenar los apetitos desorbitados de la oligarquía, impedir que el costo de la reconstrucción lo terminen pagando los pobres -como ya se visualiza- y contener la militarización que sustenta el poder de la derecha, son objetivos que requieren una amplia unidad social y política, encabezada por una firme voluntad de lucha que permita desafiar y derrotar las maniobras del campo reaccionario.

(Editorial, revista Punto Final, edición Nº 706, 2 de abril, 2010)

http://www.puntofinal.cl/

Para terminar con el chantaje de la deuda

Damien Millet – Sophie Perchellet – Eric Toussaint

Rebelión

 

En los países más industrializados, que fueron el epicentro de la crisis mundial desencadenada entre 2007 y 2008, existe un triste contraste: mientras la población debe hacer frente al deterioro de sus condiciones de vida, los gobiernos y sus amigos a la cabeza de los grandes bancos se felicitan del rescate del sector financiero y de una tímida recuperación coyuntural. Además de los planes de relanzamiento de la economía por más de un billón de dólares, las grandes instituciones financieras han recibido ayudas gubernamentales bajo la forma de garantías, de préstamos e incluso de inyección de capital, pero sin que el Estado participe en la gestión de la empresa ni que aproveche de su presencia para reorientar de manera radical las decisiones que se toman.

El camino elegido por los gobiernos para salir de la crisis financiera privada provocada por los banqueros ha disparado la deuda pública. El enorme crecimiento de esta deuda será utilizado, durante mucho tiempo, por los gobiernos como un medio de chantaje para imponer recortes sociales y para descontar de los ingresos de «los de abajo» las sumas necesarias para el pago de la deuda pública en poder de los mercados financieros. ¿Cómo? Los impuestos directos sobre los ingresos altos y sobre las sociedades bajan, mientras que los impuestos indirectos, como el IVA, suben. Pero es éste un impuesto muy injusto, ya que es sostenido principalmente por las familias modestas: si se aplica un IVA del 20 %, una familia pobre, que destina todos sus ingresos al consumo básico, paga el equivalente a un impuesto sobre su renta del 20 %, mientras que una familia rica, que ahorre el 90 % y sólo consuma el 10 % de sus ingresos, paga en cambio sólo un impuesto del 2 % .

De esta manera, los ricos ganan dos veces: contribuyen menos al impuesto y con el dinero economizado compran títulos de la deuda pública, obteniendo beneficios con los intereses que paga el Estado. En forma inversa, los asalariados y los pensionistas están doblemente penalizados: sus impuestos aumentan mientras los servicios públicos y la protección social se degrada. El pago de la deuda pública constituye por lo tanto un mecanismo de transferencia de ingresos de «los de abajo» hacia «los de arriba», así como un eficaz medio de chantaje para proseguir sin problemas con las políticas neoliberales que benefician a estos últimos.

Y eso no es todo: de ahora en adelante, los beneficios y la distribución de bonus (los operadores financieros de los bancos franceses recibieron 1.750 millones de euros en primas correspondientes a 2009, y los traders de Wall Street recibieron 20.300 millones de dólares —con un aumento del 17 % respecto a 2008—) reanudan su loca carrera mientras se le pide a la población que se apriete el cinturón. Para colmo, con el dinero fácil prestado por los Bancos Centrales, banqueros y otros inversores se han lanzado a nuevas operaciones especulativas, sumamente peligrosas para el resto de la sociedad, como se ha visto con la deuda griega. Y no hemos citado ni los precios de las materias primas ni del dólar. Hay un silencio total de parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) mientras el G20 se niega a tomar medidas sobre los bonus y la especulación. Todos están de acuerdo en ampliar la carrera por la ganancia bajo el pretexto de que eso acabará por relanzar el empleo.

El objetivo mundial de los poderosos es la vuelta al crecimiento, aunque éste sea muy desigual y destructor del ambiente. Por parte de ellos, no existe ningún cuestionamiento de un sistema que ya dio pruebas de su fracaso. Si no se reacciona a tiempo, se completará el desmantelamiento del Estado y las poblaciones, víctimas de la crisis, tendrán que aguantar su coste, mientras que los responsables saldrán con más poder que nunca. Hasta hoy, bancos y fondos especulativos fueron rescatados con dinero público sin obtener ninguna contrapartida real.

Sin embargo, el discurso debería ser este: «Ustedes, poderosos prestamistas, se han beneficiado generosamente de la deuda pública, pero los derechos humanos fundamentales están seriamente amenazados y las desigualdades crecen en forma vertiginosa. Nuestra prioridad es ahora garantizar esos derechos fundamentales y son ustedes, los poderosos acreedores, los que pagarán por ello. Les aplicaremos un impuesto a la altura de lo que se les debe, el dinero no tendrá que salir de vuestro bolsillo, pero la acreencia desaparecerá. Y considérense felices puesto que no les reclamamos los intereses que ya se les pagó en detrimento de los intereses de los ciudadanos.» Es por esto por lo que sostenemos la idea de gravar a los grandes acreedores (bancos, compañías de seguros, fondos especulativos, y también fortunas particulares) a la altura de las acreencias que tienen en sus manos. Esto permitiría a los poderes públicos aumentar los gastos sociales y crear empleos socialmente útiles y ecológicamente sostenibles. También pondría a cero los contadores financieros de las deudas públicas del Norte, sin que tengan que contribuir las poblaciones víctimas de esta crisis, haciendo que la totalidad del esfuerzo recaiga sobre los que causaron o agravaron la crisis, que ya se beneficiaron profusamente con ella.

Se trataría, realmente, de un cambio radical hacia una política de redistribución de la riqueza a favor de aquellos que la producen y no de los que especulan con ella. Esta medida, si estuviera acompañada de la abolición de la deuda externa pública de los países en desarrollo y de una serie de reformas (en especial, una reforma fiscal de gran amplitud, una reducción radical del tiempo de trabajo sin pérdida de salario y con contrataciones compensatorias, la transferencia del sector del crédito al dominio público con control ciudadano, etc.), podría permitir una verdadera salida de la crisis, con justicia social y en el interés de los pueblos. Esta reivindicación, extrañamente poco mediatizada, merece ser fervorosamente defendida.

Damien Millet – Sophie Perchellet – Eric Toussaint. Respectivamente portavoz, vicepresidente del CADTM Francia y presidente de CADTM Bélgica, (Comité por la anulación de la deuda del Tercer Mundo, http://www.cadtm.org). Damien Millet y Eric Toussaint son coautores de 60 Preguntas y Repuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco mundial, Icaria, Barcelona, 2009. Eric Toussaint es autor de La Crisis global, Editorial Madres de la Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2010.

Traducido por Griselda Pinero y Raúl Quiroz

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=103410