En este contexto de proliferación de juramentos de lealtad, el discurso público se reduce a difundir la verdad del rey y nada más que a ello.
Cuando los reyes vuelven, lo hacen aplicando purgas que han de rectificar las anomalías que se han acumulado durante su ausencia. Viejas listas de cuestiones son presentadas de nuevo y otras nuevas son confeccionadas, la falta de lealtad revelada durante la ausencia del rey es castigada, las ideas desobedientes y las memorias impropias son extirpadas y los escondrijos y rincones del cuerpo político son limpiados de las desviaciones políticas que entretanto los han poblado. Las acciones simbólicas de corte mccarthysta son útiles, dado que esparcen el miedo entre los potenciales disidentes.
Wolfgang Streeck
El Salto Diario
Fragmento
Si alguna vez se planteó la cuestión de quién es el jefe en Europa, la OTAN o la Unión Europea, la guerra la ha zanjado, al menos durante un futuro previsible.
Hace mucho tiempo, Henry Kissinger se quejaba de que no había un único número de teléfono al cual llamar a Europa, debiéndose realizar innumerables llamadas para conseguir hacer algo, así como de que existía una cadena de mando en exceso inadecuada que demandaba simplificación. Después, tras la desaparición de Franco y Salazar, se produjo la ampliación meridional de la Unión Europea, que trajo aparejada también la incorporación de España y Portugal a la OTAN, hecho que tranquilizó a Kissinger y a Estados Unidos ante las veleidades del eurocomunismo y garantizó que un golpe militar en ambos países solo se produciría con autorización de la Alianza Atlántica. Posteriormente, al hilo del surgimiento del Nuevo Orden Mundial después de 1990, fue tarea de la Unión Europea absorber a la mayoría de los estados miembros del desaparecido Pacto de Varsovia y prepararlos para su adhesión a la OTAN. La tarea más o menos entusiastamente aceptada por la Unión Europea de estabilizar económica y políticamente a los recién llegados al bloque capitalista, así como de guiar sus procesos de construcción nacional y de formación de sus respectivos estados, iba a dotar a estos países de la capacidad y el deseo de formar parte de «Occidente», comprendido de acuerdo con el modelo dirigido por Estados Unidos en el nuevo mundo unipolar. Seguir leyendo «El retorno del rey»