El desasosiego y la desorientación que pueden embargar al observador ante las diversas crisis (económica, política, cultural, social y moral) que atraviesa la sociedad italiana desde hace treinta años se multiplican por diez al tener la sensación de que el horizonte se aleja, mientras que ya no parece haber ninguna orilla a la que aferrarse.
La imagen de un barco a la deriva, o de una barca sin remo, es una de las más reveladoras en una época en la que ya no parece haber ninguna visión de futuro. Estamos en vísperas de las elecciones italianas, y la marea negra del fascismo sigue subiendo.
Stefanie Prezioso
Viento Sur
El 25 de septiembre Italia celebrará elecciones tras la dimisión del primer ministro Mario Draghi, y la preocupación es palpable. The Economist escribió que difícilmente podrían llegar en un momento menos oportuno, en medio de al menos tres crisis interconectadas: la invasión de Ucrania, la crisis energética y la inflación, que a finales de agosto alcanzó el 8,4% en Italia, su nivel más alto desde 1986. Además, la deuda de Italia representa actualmente el 150% de su PIB, lo que supone «la mayor proporción de deuda de los residentes de cualquier país grande de la eurozona». Por último, como señaló el Financial Times, los gobiernos y los inversores se preguntan qué impacto tendrá la salida de Mario Draghi en el fondo de estímulo de la UE de 800.000 millones de Covid, del que Italia es el principal beneficiario. Los temores de los mercados económicos se centran también en el aumento del diferencial entre el rendimiento de los títulos públicos italianos y los bonos alemanes a diez años, que alcanzó en junio el máximo de dos años, un verdadero termómetro político (…)
Texto tomado de: https://vientosur.info/
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