La cuestión no es por qué nuestras políticas contemporáneas se parecen a las de la década de 1930, sino por qué no lo hacen. Para ello es necesario abordar seriamente la comparación, contrastando sistemáticamente la era del fascismo clásico –aproximadamente desde 1922 a 1939– con el periodo actual para conseguir una mayor claridad teórica y política sobre la situación presente. Para ello establezco cuatro ejes comparativos: el contexto geopolítico, la crisis económica, las relaciones de clase y nación y, finalmente, el carácter de la sociedad civil y de los partidos políticos. Me centro en el gobierno de Trump en vez de generalizar para todo el abanico de dirigentes y partidos derechistas.
Contenido:
1.La europa de entreguerras
- Dinámicas imperialistas
- Partido, clase y nación
- La unidad de la clase dominante
2. Estados Unidos en el siglo XXI
- Deuda y globalización
3. El ascenso de trump
- Atracción limitada
Editorial Dylan Riley – New Left Review 114
Fragmento:
Los debates sobre las políticas de Trump y de otros líderes de la nueva derecha han producido un torrente de analogías históricas que recuperan la amenazadora experiencia de la década de 1930. De acuerdo con gran parte de estas observaciones, Trump –por no hablar de Orbán, Kaczynski, Modi, Duterte o Erdoğan– es un personaje autoritario justificadamente comparable con los de la era fascista. Los defensores de esta perspectiva se extienden por todo el espectro político, desde la derecha neoconservadora y la corriente liberal mayoritaria hasta el anarquismo insurgente. El habitual aparato retórico que despliegan es presentar y proteger la identificación de Trump con el fascismo por medio de desmentidos nominales de esa identificación. De ese modo, para Timothy Snyder, un liberal de la Guerra Fría, «hay diferencias», sin embargo, «Trump ha dejado claro desde el principio su deuda con el fascismo. Desde su vinculación inicial de los inmigrantes con la violencia sexual hasta su continua identificación de los periodistas con “el enemigo” […] nos ha ido proporcionado todas las claves que necesitamos». Para Jason Stanley, su colega de Yale: «No estoy sosteniendo que Trump sea un líder fascista en el sentido de que gobierna como un fascista», pero «su estrategia retórica es muy fascista». Para Richard Evans, un colega liberal de Cambridge, «no es lo mismo», sin embargo, «Trump es un potencial dictador del siglo xxi que utiliza el poder sin precedentes de la redes sociales y de Internet para propagar teorías conspiratorias», «alarmantemente reminiscentes de los fascistas de las décadas de 1920 y 1930»1 (…)
Texto original tomado de: https://newleftreview.es/
No tendré tempo, al menos durante bastantes días, de leer el texto de Riley (lo he ojeado, creo, esta mañana, y son 35 páginas más unas líneas en la trigésimo sexta) Ojo, voy de memoria, si me equivoco, disculpas.
Saludos cordiales
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