Si no creyera en quien me escucha,
si no creyera en lo que duele,
si no creyera en lo que quede,
si no creyera en lo que lucha.
Si no creyera, en definitiva, en la posible comunión con mi interlocutor, a través de esa palabra compartida como única vía que nos saca de nuestro solipsismo, si no creyera en última instancia en la buena fe de “quien me escucha“, sea quien sea… Si no creyera en el poder revolucionario de “lo que duele“, esa fuente que nos hermana y solidariza… Si no creyera en que a pesar de la contingencia y el acabamiento de todo proyecto humano siempre heredamos “lo que quede” como semilla de futuro… Si no creyera en la rebeldía ante el sinsentido, la injusticia y el mal que se hace “lucha“… Entonces…
Qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne con madera,
un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor de pasado en copa nueva.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera
qué cosa fuera la maza sin cantera.
Un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuela.
Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera
qué cosa fuera la maza sin cantera.