Pueblos indígenas y pobreza (Descargar Libro)

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Pueblos indígenas y pobreza – Enfoques multidisciplinarios
Alberto D. Cimadamore, Robyn Eversole, John-Andrew McNeish (coordinadores)

CLACSO  http://www.clacso.org.ar/

Buenos Aires  julio 2006

 

 

 

(Fragmento)

«…A Medida que la investigación concreta sobre la problemática de la pobreza ha progresado, se ha vuelto más evidente que dicho flagelo se ensaña de modo particularmente virulento con los sectores más vulnerables e indefensos de nuestras sociedades: mujeres, niños, ancianos y pueblos indígenas.

Afortunadamente, el examen del impacto de la pobreza sobre los dos primeros grupos ha recibido una atención muy importante en la literatura especializada, como lo demuestra la gran difusión que han adquirido, aun fuera del ámbito estrecho de las ciencias sociales, el tema de la «feminización» de la pobreza y el estudio de su incidencia en los niños.

De hecho, en América Latina la mayoría de las mujeres y los niños son pobres, y entre los pobres, mujeres y niños constituyen una abrumadora mayoría. Menos conocido empero es el impacto de la pobreza sobre las poblaciones que constituyen la «tercera edad», mientras que el conocimiento existente sobre la morfología de la pobreza en los pueblos indígenas es apenas rudimentario. Los indígenas no sólo son víctimas de dispositivos tradicionales y modernos de explotación y opresión.

Su deplorable condición se agrava cuando además se le suma el empeño de sociedades fuertemente racistas –aunque ello no se asuma abiertamente en negar la existencia del indígena, en «folklorizarlo», convirtiéndolo en un elemento exótico, deshumanizado, parte del paisaje rural que se mimetiza en la exhuberancia de la flora y la fauna latinoamericana.

Esta lamentable invisibilización del indio (si se me permite utilizar tan ambigua expresión) ha retrasado considerablemente el estudio riguroso tanto de su condición actual como de su historia.

Recordemos que, a partir de su acendrado «europeísmo», algunos de los principales autores de la tradición socialista llegaron a calificar a los indígenas como «pueblos sin historia». Ello constituye un monumental equívoco, que escamotea el hecho de que su historia como pueblos vencidos y sojuzgados fue escrita por sus opresores apelando a groseras simplificaciones y congelando toda la dinámica del mundo indígena en el momento en que se produjo su derrota.

Debemos a José Carlos Mariátegui, el insigne marxista peruano, el haber llamado la atención en la década del veinte sobre esta inadmisible incomprensión de la problemática indígena en el campo de la izquierda. Ya antes José Martí había advertido sobre las graves consecuencias de la negación de la problemática de nuestros pueblos originarios para la emancipación de lo que él con cierto denominara «Nuestra América».

En todo caso, esta invisibilización del indígena en las Américas sigue teniendo un carácter oficial, que se refleja por ejemplo en la actual parquedad de las estadísticas gubernamentales relacionadas con los pueblos indígenas, un modesto avance de todos modos si se tiene en cuenta que en el pasado pura y simplemente se negaba su existencia.

Pero este verdadero «ninguneo» de los pueblos indígenas no existe tan sólo en el ámbito gubernamental: los prejuicios sociales, fuertemente arraigados en sociedades signadas por una larga experiencia colonial, contribuyen desde su esfera a la invisibilización de estos pueblos y a la insensibilización generalizada ante su progresiva degradación a causa de los avances de la «modernización» y la «civilización». Ejemplos rotundos de esta criminal negación pueden recogerse en los más diversos países de las Américas, comenzando por Estados Unidos, en donde el exterminio de las poblaciones nativas fue una política de estado, hasta los confines australes del continente.

En Argentina, la gran propiedad terrateniente en la pampa húmeda se constituyó aniquilando a los pueblos aborígenes existentes: el operativo recibió el benigno nombre de «Conquista del Desierto» bajo el supuesto de que nadie habitaba allí, de que aquello era un desierto que estaba esperando ansiosamente la llegada de los «civilizadores».

En Chile, el despojo y la brutal agresión sobre los mapuches tuvieron un nombre por demás apacible y noble, tan mentiroso como el que se empleara al otro lado de la Cordillera: la «Pacificación de la Araucaria». Similares procesos «civilizatorios» se reprodujeron en Brasil, Bolivia, Ecuador, Perú y Guatemala, y con diferentes grados de crueldad en todo el resto de Latinoamérica.

En los últimos años, este escenario ha comenzado a cambiar. Ese cambio se debe en gran parte a la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que colocó violenta y eficazmente el tema de los pueblos indígenas al tope de la agenda de muchas sociedades de la región, sobre todo en aquellas en las cuales la gravitación demográfica de los pueblos originarios era muy significativa. La expresión del subcomandante Marcos, «tuvimos que ocultar nuestros rostros para que finalmente nos pudieran ver», resume con exactitud lo ocurrido.

El despertar de los movimientos indígenas en América Latina se ha convertido en uno de los rasgos más distintivos de la situación política imperante en la región.

Reprimidos por siglos, orillados a los confines de nuestras sociedades, despreciados y envilecidos hasta lo indecible, nuestros pueblos aborígenes pudieron sobrevivir a tantas desventuras y, hacia fines del siglo XX, recuperar una iniciativa que en algunos países los convertiría en protagonistas principales de la coyuntura política.

Los casos más notables por su impacto en la política nacional son: el de los Zapatistas de México; el de los indígenas ecuatorianos, que provocaron con sus reiteradas rebeliones e insurrecciones la caída de tres gobiernos en menos de una década; y el del movimiento indígena boliviano, que logró catapultar a uno de los suyos, Evo Morales, a la presidencia de la república en 2005.

Obviamente, un protagonismo tan notable como el que hemos señalado no podía dejar de tener sus consecuencias en el terreno de las ciencias sociales.

El libro que el lector tiene en sus manos revela precisamente el impacto de la irrupción de los ueblos indígenas y la reafirmación de sus identidades, culturas y lenguas sobre la agenda de los científicos sociales en distintas partes del mundo.

Quien fuera tradicionalmente un actor que se movía tras bambalinas, apenas visible, se ha convertido en esta época de florecimiento de nuevas subjetividades en uno de los más importantes protagonistas de la escena política y social contemporánea.

El presente volumen pretende contribuir al estudio de los pueblos originarios, y por su intermedio, a su definitiva emancipación.

CLACSO no podía estar ausente en toda empresa que se propusiera reorientar los estudios sobre la pobreza para enfocarlos en los pueblos indígenas. La iniciativa que finalmente dio lugar a la publicación de este libro surgió en noviembre de 2001, cuando el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y el Programa de Estudios Comparativos sobre Pobreza (CROP) organizaron conjuntamente un seminario internacional titulado Pueblos Indígenas y pobreza: un enfoque multidisciplinario. Dicho evento se llevó a cabo en colaboración con la sede Guatemala de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Guatemala es en efecto un país en donde la presencia de los pueblos originarios adquiere una extraordinaria gravitación demográfica, cultural y económica.

El seminario fue una de las primeras actividades del Programa CLACSO-CROP de Estudios sobre Pobreza en América Latina y el Caribe, destinado a combinar y potenciar los esfuerzos de los científicos sociales de nuestra región con aquellos agrupados en CROP, una red de excelencia a nivel internacional que ha venido trabajando sobre la problemática de la pobreza a lo largo de más de dos décadas. El éxito del seminario de Guatemala, y la calidad y el compromiso de sus participantes en los debates sobre la cuestión de la pobreza indígena, nos llevaron a publicar un libro compilando sus diferentes contribuciones …»

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Petrocaribe permite a países miembros liderar decisiones económicas

TeleSUR

La canciller hondureña Patricia Rodas dijo que Petrocaribe favorece la implementación de programas sociales para el desarrollo, que son financiados con recursos provenientes del ahorro que se obtiene por las condiciones especiales de pago del petróleo suministrado mediante el acuerdo energético.

El acuerdo Petrocaribe, que facilita el suministro de crudo venezolano a países centroamericanos y caribeños en condiciones especiales de pago, además permite a las naciones que lo integran liderar sus decisiones sobre procesos económicos, afirmó este jueves la canciller de Honduras, Patricia Rodas.

En entrevista concedida a teleSUR desde Basseterre, San Cristóbal y Nieves, donde este viernes se instalará la VI Cumbre de Jefes de Estados de Petrocaribe, Rodas indicó que además del suministro de crudo, Petrocaribe permite a sus Estados miembros la inversión de fondos, provenientes del ahorro en la compra de hidrocarburos, en programas sociales requeridos.

«No podemos olvidar que Petrocaribe es un acuerdo de cooperación solidaria en materia energética, que no sólo tiene que ver con el suministro de petróleo a países que no controlan ese suministro, sino que nos ha permitido también liderar, de alguna manera, las decisiones en cuanto a los procesos económicos», dijo la jefa de la diplomacia hondureña.

«Más allá, el mismo componente de comercialización mediante financiamiento que nos permite, por el altísimo grado concesionario que esto conlleva, a invertir fondos fundamentales en los programas que nuestra sociedad urge y requiere», añadió Rodas en diálogo con teleSUR. Seguir leyendo «Petrocaribe permite a países miembros liderar decisiones económicas»

Ahora es Brasil el que le presta al FMI: El gobierno de Lula anuncio que aportara diez mil millones de dolares al organismo

David Cufré

Página 12

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El socio del Mercosur comprará bonos del Fondo con parte de sus reservas. Busca ubicarse como potencia en ascenso junto a China y Rusia y ganar poder en el organismo.

El gobierno de Brasil anunció ayer que hará un aporte de 10.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional. El de-sembolso se concretará a través de la compra de los nuevos bonos que emitirá el organismo para aumentar su capital prestable, tal como se acordó en la última cumbre del Grupo de los 20. De este modo, Brasil sigue los pasos de China y Rusia, que ya dijeron que tomarán 50.000 millones y 10.000 millones de dólares, respectivamente, de esos mismos títulos. La intención de estos países es fortalecer la posición del grupo que conforman junto a India, conocido como BRIC, por sus iniciales. Son naciones emergentes poderosas que mediante acciones de este tipo se despegan del resto de los países en vías de desarrollo, buscando aumentar su incidencia en la política internacional.

El ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, dejó en claro ese objetivo al formular el anuncio. «Es un aporte que Brasil hace con parte de sus reservas para que el FMI tenga disponibilidad financiera para ayudar a países emergentes que enfrentan escasez de capital a causa de la crisis internacional», indicó. Es la primera vez que el socio del Mercosur destina semejante cantidad de dinero al organismo de crédito, y lo hace en un momento de agudas tensiones en el mundo. «Antes ocurría lo contrario, el FMI era el que prestaba, el que daba socorro a Brasil, cuando era un país menos sólido. Ahora Brasil alcanzó esa solidez, acumuló reservas como para poder ayudar a la comunidad internacional», destacó Mantega. «Es un paso importante para convertirse en acreedor y no en deudor del FMI», se jactó.

La decisión está fundada en razones geopolíticas antes que financieras. Brasil se diferencia del pelotón de naciones emergentes y pasa a jugar en la liga de las potencias. Se acomoda como uno de los países que ponen dinero en el FMI (son 47), no entre los que sacan. El gobierno de Lula pretende ganar influencia en los organismos internacionales, empezando por el propio Fondo, que prepara una nueva reforma de su administración para reconocer mayor poder de voz y voto a los países en ascenso. Brasil se anota en esa lista junto a China y Rusia, sus socios del BRIC. La Argentina puede ver esta jugada como el vaso medio lleno, por la coincidencia en los aspectos macro con la administración de Lula, o medio vacío, porque se agranda la brecha en su presencia internacional.

Brasil tiene reservas por 205.000 millones de dólares. La compra de bonos al Fondo no las reduce, sino que cambia recursos antes invertidos en títulos del tesoro estadounidense por estos otros papeles. El titular del FMI, Dominique Strauss-Kahn, elogió a Brasil: «Una vez más ha reafirmado su papel como una de las economías emergentes líderes» en el mundo, le dedicó.