El despojo de los metales argentinos (Descargar Documento)

Fernando ‘Pino’ Solanas

MORENO

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Hoy como ayer, uno de los bienes más genuinos del que disponen los pueblos para su desarrollo, son los recursos naturales de sus territorios, que forman parte del capital de toda la sociedad. Desde la conquista, esas riquezas fueron sustraídas por los ocupantes y, salvo raras excepciones, siguen en manos extranjeras. El llamado ´boom minero argentino´ que atrae a las multinacionales del sector, anunciando grandes beneficios para el país, es una operación que desinforma y encubre el silencioso saqueo de recursos metalíferos no renovables, permitiendo sistemas extractivos depredadores y contaminantes, que están siendo denunciados en todo el mundo. La nueva ´fiebre del oro´ se inició durante la década de Carlos Menem y se ha mantenido y profundizado hasta hoy con los sucesivos gobiernos, creándose incluso una suerte de tercer territorio en la Cordillera de los Andes mediante el ‘Tratado de Integración y Complementación Minera Argentino-Chileno’ de 1997.

Pueden sorprender estas afirmaciones; pero el tema de la explotación minera y la legislación que la ampara, no han estado presentes en el debate político y menos aún en los medios de comunicación. Es raro encontrar un ciudadano -periodista, profesor, magistrado o dirigente- que sepa que Argentina es el sexto potencial minero del planeta o que guarda en sus sierras, mesetas y cordilleras, depósitos detectados de oro, cobre, plata, plomo, molibdeno, zinc, estaño, litio, potasio, níquel, cobalto, uranio y decenas de metales poco conocidos pero de valor estratégico, que se estiman en la suma de 170.000 millones de dólares. La Secretaría de Minería de la Nación (S.M.N.) sostiene: ‘La oportunidad que presenta el potencial geológico de la Argentina radica en que el 75% de la áreas atractivas para la minería permanecen sin explotar. La totalidad de los prospectos, yacimientos y depósitos fueron ubicados y puestos a disposición de la actividad privada a comienzos de la década del 90, como resultado de varios años de trabajo prospectivo del Estado’ (1).

Lo escandaloso del caso argentino es que la legislación vigente evidencia una clara servidumbre colonial. Establece que la propiedad de las reservas mineras es de los estados provinciales pero les prohíbe explotarlas: están obligados a cederlas a las empresas privadas, transfiriéndoles las investigaciones geológicas y los descubrimientos realizados por el Estado. Si a esto se suma la falta de control público sobre los minerales que exportan, las excepcionales desgravaciones impositivas, las bajísimas regalías o los subsidios otorgados, no sería exagerado afirmar que el despojo colonial del cerro de Potosí difiere poco en su esencia del que hoy practica la mentada ´gran minería´ en nuestro país. Contrariamente a lo que se hace creer, el oro, la plata, el cobre y sesenta metales más, se van al extranjero sin pagar nada, dejándonos pobreza, corrupción, comunidades divididas por la asociación o resistencia a la corporación minera, y una gravísima contaminación ambiental. Sin embargo, tales consecuencias han atravesado el Congreso Nacional, la Justicia, los organismos del Estado y se mantienen en el gobierno de los Kirchner sin haber provocado reacción alguna por parte de las dirigencias políticas .

Libro tomado de: http://www.indargen.com.ar/

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Cortazar: Un Tal Lucas (Descargar Libro)

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 Un tal Lucas (1979)  es el regreso de Cortázar al mundo lúdico y desopilante deHistorias de cronopios y de famas. Bajo el nombre de Lucas, un tal Julio se explaya sobre sus pianistas favoritos, las vida de algunos artistas excéntricos, las costumbres de ciertas familias argentinas, el amor y los amigos. Transgresos inagotable, también ofrece consejos para lustrarse los zapatos, escribir poemas reversibles, dar conferencias, hacerse echar a patadas de un concierto o nadar en una pileta de gofio.Más que un libro de ficciones, éste es un verdadero manual contra la solemnidad.

La vergonzosa historia de la OEA

Oscar Sánchez Serra 
 

 

 

Desde su despegue como nación, los Estados Unidos de América contrapusieron siempre al ideario de unidad e integración latinoamericana su pretensión de dominación continental, ambición plasmada el 2 de diciembre de 1823 en la conocida Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos».

No fue hasta el último cuarto del siglo XIX, que esa filosofía pudo desplegarse, cuando la industria estadounidense creció como ninguna otra hasta alcanzar la condición de potencia en acelerado ascenso, con lo cual pretendía no solo la dominación del continente, sino que creaba las condiciones para lanzarse a la lucha por una nueva redistribución del mundo.

Ya a finales de 1889, el gobierno norteamericano convocó la Primera Conferencia Panamericana, que fue el punto de partida del «panamericanismo», visto como el dominio económico y político de América bajo la supuesta «unidad continental». Ello implicaba una actualización de la Doctrina Monroe en el momento en que el capitalismo norteamericano arribaba a su fase imperialista. José Martí, quien fue testigo excepcional del surgimiento del monstruo imperialista, se preguntaba a propósito de aquella Conferencia: ¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? Y tenía razón. Entre 1899 y 1945, durante ocho conferencias similares, tres reuniones de consulta y varias conferencias sobre temas especiales, se fue estableciendo el avance de la penetración económica, política y militar de EE.UU. en América Latina. 

AUGE DEL PANAMERICANISMO MONROíSTA

A finales de la II Guerra Mundial, de la que EE.UU. salió beneficiado, se inicia una etapa de auge del Panamericanismo y del Sistema Interamericano que va desde la Conferencia de Chapultepec en 1945, pasando por la creación de la OEA en 1948, hasta la invasión a República Dominicana en 1965, consolidándose la subordinación de los gobiernos del continente a la política exterior de EE.UU. 

Así, la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz, de Chapultepec, en marzo de 1945, tuvo un objetivo político definido: alinear a los países de la región para enfrentar el proceso que vendría con la creación de la ONU.

 

Como resultado, en la conferencia de San Francisco, en abril de 1945, en la cual se funda la ONU, la diplomacia norteamericana, apoyada por los países latinoamericanos, defendió la «autonomía» para el Sistema Interamericano y logró que en el artículo 51 de la Carta de la organización mundial se preservara la solución de controversias mediante métodos y sistemas «americanos». La interpretación que le dio el Consejo Directivo de la Unión Panamericana es que dicha Carta nació compatible con el Sistema Interamericano y el Acta de Chapultepec.

En agosto de 1947, la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro aprobó una resolución que dio origen a la herramienta que daría vida a la cláusula de permisividad arrancada a la ONU: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que reafirmaba el principio de «solidaridad» continental esgrimido por Washington, en función de enfrentar cualquier situación que pusiera en peligro «su paz» en América y adoptar las medidas necesarias, incluida el uso de la fuerza. Con el TIAR se impone la voluntad yanki en el continente, constituyendo una amenaza permanente para la soberanía de los países latinoamericanos. Seguir leyendo «La vergonzosa historia de la OEA»

Franquismo o fascismo

Vicenç Navarro

Una de las mayores sorpresas que experimenté a la vuelta de mi exilio fue encontrarme con la percepción, bastante generalizada en los medios de comunicación españoles, de que la dictadura que existió en España había sido un régimen autoritario dirigido por un caudillo, el general Francisco Franco (de ahí que se la llamara dictadura franquista), que con el tiempo fue convirtiéndose en una dictadura blanda que, en su evolución (dirigida por el rey), llegó a ser un régimen democrático, homologable a cualquier otra democracia en Europa. Esta percepción de la dictadura representa el éxito de un proyecto político-intelectual promovido por los vencedores de la Guerra Civil.

Un intelectual que jugó un papel clave en la promoción de esta visión histórica fue Juan J. Linz, procedente de la nomenclatura de aquel régimen (y más tarde catedrático de Ciencias Políticas de Yale University, en EEUU), quien, en un libro prologado por Manuel Fraga Iribarne (que fue ministro de aquella dictadura), escribió que, aun reconociendo que aquel régimen no era democrático, tampoco se le podía definir como una dictadura totalitaria, es decir, una dictadura que impusiera una ideología totalizante que intentara configurar todas las dimensiones de la sociedad y del ser humano. Era, pues, un régimen autoritario (que Linz definió como «católico, social y representativo»), pero en absoluto una dictadura totalitaria, distinguiéndosela así de las dictaduras comunistas, en las cuales el Estado sí que imponía una ideología totalizante –el comunismo– a todos los ciudadanos.

El régimen dictatorial español, sin embargo, fue mucho más que un régimen autoritario dirigido por un caudillo: fue una dictadura de clase que intentó imponer a toda la sociedad una ideología totalizante, que conjugaba un nacionalismo españolista extremo (promovido por el Ejército golpista) y un catolicismo profundamente reaccionario (promovido por la jerarquía de la Iglesia católica), invadiendo todas las esferas del ser humano –desde la lengua hablada al sexo–, todas ellas normatizadas, cuya desviación era brutalmente reprimida. Tal nacionalismo esencialista y misticista (en este caso religioso) tenía también un componente racista, al promover la superioridad de la raza hispana, lo que le otorgaba el derecho de conquista y sometimiento sobre otras razas inferiores, entre las cuales se incluía la raza de los republicanos «rojos» (considerando como tales a todos aquellos que fueron críticos de la ideología dominante).

El hecho de que el concepto de raza no tuviera un componente étnico (aunque tuvo dosis de antisemitismo) sino político-religioso no niega que el régimen se viera a sí mismo, y así se promoviera, como racista. El día nacional que celebraba la conquista y el genocidio de América Latina se llamaba el Día de la Raza. Y la única película que hizo el dictador la tituló Raza. Vallejo Nájera, director de los Servicios Psiquiátricos del Ejército y nombrado por el dictador jefe de los Servicios de Promoción Ideológica del régimen, combinó elementos del nazismo alemán (del cual fue un fuerte admirador) con una concepción católica-nacionalista extraordinariamente oprimente y excluyente (ver su libro Eugenesia de la hispanidad y regeneración de la raza). Según Nájera, «la raza española se caracterizaba por su masculinismo, disciplina, canto a la fuerza, nacionalismo sublime y profundo catolicismo». Según tal ideología, un objetivo del régimen era precisamente «purificar la raza», lo cual justificó, según los dirigentes de aquel régimen, el asesinato de más de 200.000 personas (desde 1934 a 1945).

En base a estos hechos, negar que la ideología de aquel régimen fuera totalizante, presentándola como meramente autoritaria, es absurdo. Fue una ideología que cumplía todos los requisitos de lo que es el fascismo: nacionalismo extremo, caudillismo, misticismo (religión católica en el caso español), que controlaba todos los medios para promover una ideología totalizante, con una visión imperialista y racista que justificaba su dominio y represión en base a la purificación de la raza. Se dirá que el régimen fue evolucionando y, aún siendo fascista al principio, fue cambiando, y que al final era sólo una cáscara de lo que había sido, dirigida por gente oportunista carente de cualquier ideología. Sin negar que ello fuera así, lo cierto es que tanto la narrativa como los símbolos fueron fascistas hasta el último día.

El símbolo fascista –el yugo y las cinco flechas– estaba en la entrada de todos los pueblos de España, y el juramento de lealtad al Movimiento (fascista) Nacional era condición de empleo público hasta el último año de la dictadura, en 1978. El hecho de que los que dirigían aquel régimen no se creyeran la ideología oficial también ocurrió en las dictaduras comunistas, sin que por ello se les dejara de definir como comunistas. En realidad, había más diferencias entre un Gorbachov (en 1991) y un Stalin (en 1924) que entre un Franco del 1975 y un Franco del 1936. ¿Por qué se definió entonces al régimen de la Unión Soviética como comunista hasta el último día de su existencia y al régimen español no se le definió como totalitario y fascista? Y ¿por qué se utiliza el término fascismo y nazismo para definir las dictaduras fascista italiana y nazi alemana y aquí en España se habla sólo de franquismo?

La causa de esto último fue que el fascismo y el nazismo fueron derrotados en aquellos países, pero el fascismo español no lo fue en España. En realidad, elementos importantes de aquella ideología fascista, como el nacional catolicismo, persisten en las derechas españolas, que nunca condenaron explícitamente aquella dictadura, siendo el último caso el del Parlamento Europeo, cuando el portavoz del PP, Jaime Mayor Oreja, se opuso, junto con la ultraderecha europea, a que se condenara tal régimen. Esta es la causa de que la derecha española no sea homologable a la derecha democrática europea.

Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Estudios Políticos en The Johns Hopkins University.

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Quién es el grupo Techint y los intentos de satanizar las estatizaciones de Chávez

Gabriela Gurvich

Yvke

El legítimo derecho de nacionalizar empresas en manos de capitales privados extranjeros que practica el presidente Chávez, es previsiblemente criticado por los defensores de la expoliación nacional por parte de grandes grupos económicos. Sin embargo estas medidas son los más genuinos pasos hacia un país soberano, que está salvando a Venezuela de las garras del Grupo Techint. El Gobierno argentino, amigo de ambos polos, intenta mantener sus relaciones estratégicas tanto internas como externas.

A propósito de los recientes anuncios del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, sobre la próxima estatización de varias empresas metalúrgicas, algunas de ellas de capital argentino. los medios privados de comunicación no dudaron un segundo en salir a fustigar dichas medidas. Se hace preciso indagar, aunque sea brevemente, sobre el origen de estas decisiones y conocer a los implicados en ellas.

El Gobierno Nacional tomó esta decisión por dos cuestiones principales e interrelacionadas. Por un lado tiene que ver con el camino hacia el socialismo que el pueblo venezolano, de la mano de Chávez, decidió emprender hace varios años. Para andar por estos senderos, los pasos hacia la soberanía nacional en todas las esferas de la vida (económica, alimentaria, política, cultural, etc.) se hacen indispensables. Seguir leyendo «Quién es el grupo Techint y los intentos de satanizar las estatizaciones de Chávez»