Los nietos de Kim

Santiago O’Donnell

Página/12

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La dinastía Kim

Corea del Norte llevó adelante esta semana su segundo ensayo nuclear en tres años. Aunque a diferencia del anterior este ensayo fue exitoso, el resultado no pone en riesgo la abrumadora superioridad militar de sus vecinos China, Rusia, y los protectorados estadounidenses Japón y Corea del Sur. Pero en términos políticos la explosión sacudió la región y la onda expansiva se extendió por todo el mundo.

La condena en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue unánime y ya se está trabajando un paquete de sanciones al límite de lo que estarían dispuestos a aceptar Rusia y China, las dos potencias más cercanas al régimen comunista de Pyongyang.

La reacción norcoreana a la condena de la ONU consistió en redoblar la apuesta con una serie de lanzamientos de misiles y otra andanada de amenazas contra los vecinos. Mientras tanto, en Washington se debatió toda la semana sobre qué debería hacer el gobierno de Barack Obama para enfrentar el desafío, con opiniones para todos los gustos.

Ya que se trata quizá del régimen más cerrado y opaco de todo el mundo, nadie fuera de él parece saber bien qué va a pasar, aunque muchos expertos advierten que el próximo paso en la escalada podría ser un incidente militar en los mares Amarillo o del Japón, que rodean la península coreana. Sin embargo, en el pasado el régimen norcoreano ha llevado varias veces la situación al límite antes de recular, y por eso es apresurado predecir que estamos en la antesala de una nueva guerra.

Para entender un poco lo que está pasando, hace falta conocer cómo se han venido desarrollando los acontecimientos tanto en Corea del Norte como en la región. En Norcorea gobierna el dictador Kim Jong Il, hijo del dictador Kim Il Sung, que había gobernado el país desde 1948 hasta su muerte, en 1994. Kim hijo completó su ascenso al poder en 1998. Al poco tiempo de asumir Kim hijo, el incipiente programa nuclear norcoreano empezó a preocupar a las potencias de la región.

En el 2003 Rusia, China, Estados Unidos, Japón y las dos Coreas iniciaron las llamadas «conversaciones a seis bandas», en las que Pyongyang negoció el desmantelamiento de su programa nuclear a cambio de asistencia financiera y garantías de seguridad. Con las negociaciones estancadas a mitad de camino, Norcorea lanzó su primer ensayo nuclear en el 2006. Tras el revuelo inicial las partes volvieron a la mesa. Al año siguiente del ensayo alcanzaron un acuerdo y por un tiempo Pyongyang interrumpió su programa y permitió el acceso a sus plantas de los inspectores de la agencia mundial nuclear (AIEA).

La cosa venía más o menos tranquila hasta que el año pasado Kim hijo sufrió un accidente cardiovascular que lo tuvo al borde de la muerte. Durante varios meses dejó de mostrarse y cuando reapareció en público se lo vio notablemente desmejorado. La frágil salud del líder de 68 años lógicamente puso a la cuestión sucesoria como principal preocupación de los norcoreanos, ya que el régimen no parece demasiado preparado.

Kim hijo había demostrado su vocación de poder desde joven y se había exhibido junto a su padre en actos políticos durante años antes de reemplazarlo. En cambio, los nietos de Kim parecen más interesados en los placeres que ofrece el mundo capitalista a quienes puedan pagarlos. En tiempos recientes el hijo mayor del dictador, Kim Jong Nam, fue detenido en Japón con un pasaporte falso y el segundo, Kim Jong Chol, fue visto en un recital de Eric Clapton en Alemania. El menor, Kim Jong Un, que sería el elegido, apenas supera los veinte años y por eso se habla de un interinato tutelar a cargo de algún otro familiar, entre los que se nombra a un cuñado, Jang Song Thaek, recientemente promovido a un puesto clave en el gobierno.

Según el centenario semanario inglés The Economist, la crisis sucesoria produjo una radicalización del régimen de Pyongyang. Los cuadros más duros habrían escalado posiciones a expensas de los moderados. Los programas de cooperación con Seúl se habrían restringido y el líder de los dialoguistas habría sido ejecutado tras ser enjuiciado por corrupción.

En abril Corea del Norte lanzó un cohete de largo alcance que podría llegar hasta Japón. Ante la condena de Naciones Unidas, Pyongyang rompió el acuerdo del 2007, expulsó a los inspectores, dio por reiniciado su programa nuclear y declaró que jamás retomará las conversaciones a seis bandas. Algunos expertos aventuran que el cambio de rumbo es producto de los problemas mentales que a veces acarrea una enfermedad como la que sufrió Kim hijo, de la cual no se conocen muchos detalles.

Pero la hipótesis más difundida es que Kim hijo ha cerrado el régimen y se ha recostado en las fuerzas armadas para fortalecer la frágil transición en ciernes. Los militares norcoreanos glorifican su programa nuclear, que inclusive es motivo de orgullo para no pocos coreanos que viven del otro lado de la frontera.

Así como ha habido cambios importantes dentro de Corea del Norte, también los ha habido en su alrededor. El año pasado asumió la presidencia de Corea del Sur el conservador Lee Myung-bak después de una década de gobierno del centroizquierda. Su antecesor Roh Moo-hyun, cuyo suicidio conmovió al país esta semana, había sido el impulsor de la política de acercamiento a Corea del Norte, la llamada «política de rayo de sol», y entre otras medidas había creado un Ministerio de Unificación.

La moderación de Seúl produjo no pocos roces con sus aliados de Washington, donde en esa época Bush colocaba al régimen norcoreano en su famosa lista del «Eje del Mal». Recién después del 2006, tras derrotas en las urnas y el campo de batalla, Bush varió su postura y posibilitó el acuerdo del 2007.

Ahora se invirtieron los roles: la crisis encuentra a un moderado en la Casa Blanca y a un duro en el palacio presidencial en Seúl. Lee reclama sanciones durísimas para Pyongyang, incluyendo la suspensión de la ayuda humanitaria. Y tiene el apoyo de Japón.

En cambio, Rusia y China quieren tamizar las sanciones y las condenas con un llamado a volver a la mesa de negociaciones. Pero al mismo tiempo han sido muy enérgicos en su condena del ensayo nuclear, lo cual hace dudar de hasta qué punto están dispuestos a mantener su política histórica de sostener al régimen comunista norcoreano para mantener el equilibrio de fuerzas en el Lejano Oriente.

En el medio está Obama. Algunos expertos le recomiendan seguir la idea de Rusia y China de reflotar las seis bandas. Otros dicen que debe tomar el toro por las astas y abrir una negociación bilateral con Kim. Otros reclaman mano dura con el dictador. Otros en cambio le recomiendan ignorar todo el asunto, argumentando que las bravuconadas de Kim no pasarán a mayores. Casi todos coinciden en señalar que la crisis es producto del deseo del líder norcoreano de llamar la atención del mundo ante el cambiante escenario por el crac financiero mundial y la llegada de Obama a la presidencia de los Estados Unidos.

Pero hay más. Según reveló en su momento Seymour Hersh en The New Yorker, operarios norcoreanos manejaban la instalación nuclear siria que Israel bombardeó en secreto en septiembre del 2007. Según el diario El País de España, altos funcionarios de Estados Unidos e Israel están convencidos de que Corea del Norte también colabora con el programa nuclear iraní. Desde la óptica de Occidente, ese programa es el principal factor desestabilizador del convulsionado Medio Oriente.

Por eso en el 2003 Bush lanzó la llamada Proliferation Security Initiative (PSI), después de secuestrar doce misiles Scud de un navío norcoreano y tener que devolverlos porque no había razones legales para confiscarlos. El PSI supuestamente es un programa de cooperación internacional orientado a usar todos los instrumentos legales disponibles para confiscar armas de destrucción masiva en tránsito entre países. Pero como sigue siendo muy difícil, desde el punto de vista legal, confiscar un cargamento en puerto y mucho más en alta mar, el poder del PSI es más que nada simbólico.

Al día siguiente del ensayo nuclear norcoreano, Seúl anunció que se unía a los ochenta países que adhieren al PSI. Ese anuncio a su vez fue tomado por Pyongyang como una declaración de guerra. En un comunicado, el gobierno de Kim avisó que cualquier intento de requisar un navío norcoreano provocaría una fuerte respuesta militar.

Corea del Norte llevó adelante esta semana su segundo ensayo nuclear en tres años. Aunque a diferencia del anterior este ensayo fue exitoso, el resultado no pone en riesgo la abrumadora superioridad militar de sus vecinos China, Rusia, y los protectorados estadounidenses Japón y Corea del Sur. Pero en términos políticos la explosión sacudió la región y la onda expansiva se extendió por todo el mundo.

La condena en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue unánime y ya se está trabajando un paquete de sanciones al límite de lo que estarían dispuestos a aceptar Rusia y China, las dos potencias más cercanas al régimen comunista de Pyongyang.

La reacción norcoreana a la condena de la ONU consistió en redoblar la apuesta con una serie de lanzamientos de misiles y otra andanada de amenazas contra los vecinos. Mientras tanto, en Washington se debatió toda la semana sobre qué debería hacer el gobierno de Barack Obama para enfrentar el desafío, con opiniones para todos los gustos.

Ya que se trata quizá del régimen más cerrado y opaco de todo el mundo, nadie fuera de él parece saber bien qué va a pasar, aunque muchos expertos advierten que el próximo paso en la escalada podría ser un incidente militar en los mares Amarillo o del Japón, que rodean la península coreana. Sin embargo, en el pasado el régimen norcoreano ha llevado varias veces la situación al límite antes de recular, y por eso es apresurado predecir que estamos en la antesala de una nueva guerra.

Para entender un poco lo que está pasando, hace falta conocer cómo se han venido desarrollando los acontecimientos tanto en Corea del Norte como en la región. En Norcorea gobierna el dictador Kim Jong Il, hijo del dictador Kim Il Sung, que había gobernado el país desde 1948 hasta su muerte, en 1994. Kim hijo completó su ascenso al poder en 1998. Al poco tiempo de asumir Kim hijo, el incipiente programa nuclear norcoreano empezó a preocupar a las potencias de la región.

En el 2003 Rusia, China, Estados Unidos, Japón y las dos Coreas iniciaron las llamadas «conversaciones a seis bandas», en las que Pyongyang negoció el desmantelamiento de su programa nuclear a cambio de asistencia financiera y garantías de seguridad. Con las negociaciones estancadas a mitad de camino, Norcorea lanzó su primer ensayo nuclear en el 2006. Tras el revuelo inicial las partes volvieron a la mesa. Al año siguiente del ensayo alcanzaron un acuerdo y por un tiempo Pyongyang interrumpió su programa y permitió el acceso a sus plantas de los inspectores de la agencia mundial nuclear (AIEA).

La cosa venía más o menos tranquila hasta que el año pasado Kim hijo sufrió un accidente cardiovascular que lo tuvo al borde de la muerte. Durante varios meses dejó de mostrarse y cuando reapareció en público se lo vio notablemente desmejorado. La frágil salud del líder de 68 años lógicamente puso a la cuestión sucesoria como principal preocupación de los norcoreanos, ya que el régimen no parece demasiado preparado.

Kim hijo había demostrado su vocación de poder desde joven y se había exhibido junto a su padre en actos políticos durante años antes de reemplazarlo. En cambio, los nietos de Kim parecen más interesados en los placeres que ofrece el mundo capitalista a quienes puedan pagarlos. En tiempos recientes el hijo mayor del dictador, Kim Jong Nam, fue detenido en Japón con un pasaporte falso y el segundo, Kim Jong Chol, fue visto en un recital de Eric Clapton en Alemania. El menor, Kim Jong Un, que sería el elegido, apenas supera los veinte años y por eso se habla de un interinato tutelar a cargo de algún otro familiar, entre los que se nombra a un cuñado, Jang Song Thaek, recientemente promovido a un puesto clave en el gobierno.

Según el centenario semanario inglés The Economist, la crisis sucesoria produjo una radicalización del régimen de Pyongyang. Los cuadros más duros habrían escalado posiciones a expensas de los moderados. Los programas de cooperación con Seúl se habrían restringido y el líder de los dialoguistas habría sido ejecutado tras ser enjuiciado por corrupción.

En abril Corea del Norte lanzó un cohete de largo alcance que podría llegar hasta Japón. Ante la condena de Naciones Unidas, Pyongyang rompió el acuerdo del 2007, expulsó a los inspectores, dio por reiniciado su programa nuclear y declaró que jamás retomará las conversaciones a seis bandas. Algunos expertos aventuran que el cambio de rumbo es producto de los problemas mentales que a veces acarrea una enfermedad como la que sufrió Kim hijo, de la cual no se conocen muchos detalles.

Pero la hipótesis más difundida es que Kim hijo ha cerrado el régimen y se ha recostado en las fuerzas armadas para fortalecer la frágil transición en ciernes. Los militares norcoreanos glorifican su programa nuclear, que inclusive es motivo de orgullo para no pocos coreanos que viven del otro lado de la frontera.

Así como ha habido cambios importantes dentro de Corea del Norte, también los ha habido en su alrededor. El año pasado asumió la presidencia de Corea del Sur el conservador Lee Myung-bak después de una década de gobierno del centroizquierda. Su antecesor Roh Moo-hyun, cuyo suicidio conmovió al país esta semana, había sido el impulsor de la política de acercamiento a Corea del Norte, la llamada «política de rayo de sol», y entre otras medidas había creado un Ministerio de Unificación.

La moderación de Seúl produjo no pocos roces con sus aliados de Washington, donde en esa época Bush colocaba al régimen norcoreano en su famosa lista del «Eje del Mal». Recién después del 2006, tras derrotas en las urnas y el campo de batalla, Bush varió su postura y posibilitó el acuerdo del 2007.

Ahora se invirtieron los roles: la crisis encuentra a un moderado en la Casa Blanca y a un duro en el palacio presidencial en Seúl. Lee reclama sanciones durísimas para Pyongyang, incluyendo la suspensión de la ayuda humanitaria. Y tiene el apoyo de Japón.

En cambio, Rusia y China quieren tamizar las sanciones y las condenas con un llamado a volver a la mesa de negociaciones. Pero al mismo tiempo han sido muy enérgicos en su condena del ensayo nuclear, lo cual hace dudar de hasta qué punto están dispuestos a mantener su política histórica de sostener al régimen comunista norcoreano para mantener el equilibrio de fuerzas en el Lejano Oriente.

En el medio está Obama. Algunos expertos le recomiendan seguir la idea de Rusia y China de reflotar las seis bandas. Otros dicen que debe tomar el toro por las astas y abrir una negociación bilateral con Kim. Otros reclaman mano dura con el dictador. Otros en cambio le recomiendan ignorar todo el asunto, argumentando que las bravuconadas de Kim no pasarán a mayores. Casi todos coinciden en señalar que la crisis es producto del deseo del líder norcoreano de llamar la atención del mundo ante el cambiante escenario por el crac financiero mundial y la llegada de Obama a la presidencia de los Estados Unidos.

Pero hay más. Según reveló en su momento Seymour Hersh en The New Yorker, operarios norcoreanos manejaban la instalación nuclear siria que Israel bombardeó en secreto en septiembre del 2007. Según el diario El País de España, altos funcionarios de Estados Unidos e Israel están convencidos de que Corea del Norte también colabora con el programa nuclear iraní. Desde la óptica de Occidente, ese programa es el principal factor desestabilizador del convulsionado Medio Oriente.

Por eso en el 2003 Bush lanzó la llamada Proliferation Security Initiative (PSI), después de secuestrar doce misiles Scud de un navío norcoreano y tener que devolverlos porque no había razones legales para confiscarlos. El PSI supuestamente es un programa de cooperación internacional orientado a usar todos los instrumentos legales disponibles para confiscar armas de destrucción masiva en tránsito entre países. Pero como sigue siendo muy difícil, desde el punto de vista legal, confiscar un cargamento en puerto y mucho más en alta mar, el poder del PSI es más que nada simbólico.

Al día siguiente del ensayo nuclear norcoreano, Seúl anunció que se unía a los ochenta países que adhieren al PSI. Ese anuncio a su vez fue tomado por Pyongyang como una declaración de guerra. En un comunicado, el gobierno de Kim avisó que cualquier intento de requisar un navío norcoreano provocaría una fuerte respuesta militar.

Corea del Norte llevó adelante esta semana su segundo ensayo nuclear en tres años. Aunque a diferencia del anterior este ensayo fue exitoso, el resultado no pone en riesgo la abrumadora superioridad militar de sus vecinos China, Rusia, y los protectorados estadounidenses Japón y Corea del Sur. Pero en términos políticos la explosión sacudió la región y la onda expansiva se extendió por todo el mundo.

La condena en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue unánime y ya se está trabajando un paquete de sanciones al límite de lo que estarían dispuestos a aceptar Rusia y China, las dos potencias más cercanas al régimen comunista de Pyongyang.

La reacción norcoreana a la condena de la ONU consistió en redoblar la apuesta con una serie de lanzamientos de misiles y otra andanada de amenazas contra los vecinos. Mientras tanto, en Washington se debatió toda la semana sobre qué debería hacer el gobierno de Barack Obama para enfrentar el desafío, con opiniones para todos los gustos.

Ya que se trata quizá del régimen más cerrado y opaco de todo el mundo, nadie fuera de él parece saber bien qué va a pasar, aunque muchos expertos advierten que el próximo paso en la escalada podría ser un incidente militar en los mares Amarillo o del Japón, que rodean la península coreana. Sin embargo, en el pasado el régimen norcoreano ha llevado varias veces la situación al límite antes de recular, y por eso es apresurado predecir que estamos en la antesala de una nueva guerra.

Para entender un poco lo que está pasando, hace falta conocer cómo se han venido desarrollando los acontecimientos tanto en Corea del Norte como en la región. En Norcorea gobierna el dictador Kim Jong Il, hijo del dictador Kim Il Sung, que había gobernado el país desde 1948 hasta su muerte, en 1994. Kim hijo completó su ascenso al poder en 1998. Al poco tiempo de asumir Kim hijo, el incipiente programa nuclear norcoreano empezó a preocupar a las potencias de la región.

En el 2003 Rusia, China, Estados Unidos, Japón y las dos Coreas iniciaron las llamadas «conversaciones a seis bandas», en las que Pyongyang negoció el desmantelamiento de su programa nuclear a cambio de asistencia financiera y garantías de seguridad. Con las negociaciones estancadas a mitad de camino, Norcorea lanzó su primer ensayo nuclear en el 2006. Tras el revuelo inicial las partes volvieron a la mesa. Al año siguiente del ensayo alcanzaron un acuerdo y por un tiempo Pyongyang interrumpió su programa y permitió el acceso a sus plantas de los inspectores de la agencia mundial nuclear (AIEA).

La cosa venía más o menos tranquila hasta que el año pasado Kim hijo sufrió un accidente cardiovascular que lo tuvo al borde de la muerte. Durante varios meses dejó de mostrarse y cuando reapareció en público se lo vio notablemente desmejorado. La frágil salud del líder de 68 años lógicamente puso a la cuestión sucesoria como principal preocupación de los norcoreanos, ya que el régimen no parece demasiado preparado.

Kim hijo había demostrado su vocación de poder desde joven y se había exhibido junto a su padre en actos políticos durante años antes de reemplazarlo. En cambio, los nietos de Kim parecen más interesados en los placeres que ofrece el mundo capitalista a quienes puedan pagarlos. En tiempos recientes el hijo mayor del dictador, Kim Jong Nam, fue detenido en Japón con un pasaporte falso y el segundo, Kim Jong Chol, fue visto en un recital de Eric Clapton en Alemania. El menor, Kim Jong Un, que sería el elegido, apenas supera los veinte años y por eso se habla de un interinato tutelar a cargo de algún otro familiar, entre los que se nombra a un cuñado, Jang Song Thaek, recientemente promovido a un puesto clave en el gobierno.

Según el centenario semanario inglés The Economist, la crisis sucesoria produjo una radicalización del régimen de Pyongyang. Los cuadros más duros habrían escalado posiciones a expensas de los moderados. Los programas de cooperación con Seúl se habrían restringido y el líder de los dialoguistas habría sido ejecutado tras ser enjuiciado por corrupción.

En abril Corea del Norte lanzó un cohete de largo alcance que podría llegar hasta Japón. Ante la condena de Naciones Unidas, Pyongyang rompió el acuerdo del 2007, expulsó a los inspectores, dio por reiniciado su programa nuclear y declaró que jamás retomará las conversaciones a seis bandas. Algunos expertos aventuran que el cambio de rumbo es producto de los problemas mentales que a veces acarrea una enfermedad como la que sufrió Kim hijo, de la cual no se conocen muchos detalles.

Pero la hipótesis más difundida es que Kim hijo ha cerrado el régimen y se ha recostado en las fuerzas armadas para fortalecer la frágil transición en ciernes. Los militares norcoreanos glorifican su programa nuclear, que inclusive es motivo de orgullo para no pocos coreanos que viven del otro lado de la frontera.

Así como ha habido cambios importantes dentro de Corea del Norte, también los ha habido en su alrededor. El año pasado asumió la presidencia de Corea del Sur el conservador Lee Myung-bak después de una década de gobierno del centroizquierda. Su antecesor Roh Moo-hyun, cuyo suicidio conmovió al país esta semana, había sido el impulsor de la política de acercamiento a Corea del Norte, la llamada «política de rayo de sol», y entre otras medidas había creado un Ministerio de Unificación.

La moderación de Seúl produjo no pocos roces con sus aliados de Washington, donde en esa época Bush colocaba al régimen norcoreano en su famosa lista del «Eje del Mal». Recién después del 2006, tras derrotas en las urnas y el campo de batalla, Bush varió su postura y posibilitó el acuerdo del 2007.

Ahora se invirtieron los roles: la crisis encuentra a un moderado en la Casa Blanca y a un duro en el palacio presidencial en Seúl. Lee reclama sanciones durísimas para Pyongyang, incluyendo la suspensión de la ayuda humanitaria. Y tiene el apoyo de Japón.

En cambio, Rusia y China quieren tamizar las sanciones y las condenas con un llamado a volver a la mesa de negociaciones. Pero al mismo tiempo han sido muy enérgicos en su condena del ensayo nuclear, lo cual hace dudar de hasta qué punto están dispuestos a mantener su política histórica de sostener al régimen comunista norcoreano para mantener el equilibrio de fuerzas en el Lejano Oriente.

En el medio está Obama. Algunos expertos le recomiendan seguir la idea de Rusia y China de reflotar las seis bandas. Otros dicen que debe tomar el toro por las astas y abrir una negociación bilateral con Kim. Otros reclaman mano dura con el dictador. Otros en cambio le recomiendan ignorar todo el asunto, argumentando que las bravuconadas de Kim no pasarán a mayores. Casi todos coinciden en señalar que la crisis es producto del deseo del líder norcoreano de llamar la atención del mundo ante el cambiante escenario por el crac financiero mundial y la llegada de Obama a la presidencia de los Estados Unidos.

Pero hay más. Según reveló en su momento Seymour Hersh en The New Yorker, operarios norcoreanos manejaban la instalación nuclear siria que Israel bombardeó en secreto en septiembre del 2007. Según el diario El País de España, altos funcionarios de Estados Unidos e Israel están convencidos de que Corea del Norte también colabora con el programa nuclear iraní. Desde la óptica de Occidente, ese programa es el principal factor desestabilizador del convulsionado Medio Oriente.

Por eso en el 2003 Bush lanzó la llamada Proliferation Security Initiative (PSI), después de secuestrar doce misiles Scud de un navío norcoreano y tener que devolverlos porque no había razones legales para confiscarlos. El PSI supuestamente es un programa de cooperación internacional orientado a usar todos los instrumentos legales disponibles para confiscar armas de destrucción masiva en tránsito entre países. Pero como sigue siendo muy difícil, desde el punto de vista legal, confiscar un cargamento en puerto y mucho más en alta mar, el poder del PSI es más que nada simbólico.

Al día siguiente del ensayo nuclear norcoreano, Seúl anunció que se unía a los ochenta países que adhieren al PSI. Ese anuncio a su vez fue tomado por Pyongyang como una declaración de guerra. En un comunicado, el gobierno de Kim avisó que cualquier intento de requisar un navío norcoreano provocaría una fuerte respuesta militar.

sodonnell@pagina12.com.ar

 

 

La OEA Una creación neocolonial y sus complicidades impunes

Stella Calloni

Kaosenlared

 OEA-logo

Esta organización jamás paró la mano de un golpe duro o suave, ni intentó detener el genocidio del siglo XX y siempre brindó en la mesa de los dictadores y de los dueños del poder real.

 

 

Desde su creación en 1948, la Organización de Estados Americanos (OEA) es una institución ausente en la defensa de los derechos de los pueblos sometidos a estrategias de dominación a lo largo del siglo XX y fue cómplice de los sucesos más cruentos que dejaron miles de víctimas en el continente.

A lo largo de 60 años permaneció como una institución fantasma ante la tragedia latinoamericana cumpliendo el indigno papel de Ministerio de Colonias actuando bajo los mandatos de la virtual metrópoli colonial, que nos impuso la dependencia con violencias diversas.

Ahora atraviesa una de sus mayores crisis, que en realidad comenzó a profundizarse ante su total inoperancia en 1982, en la llamada Guerra del Atlántico Sur, la gota que desbordó el vaso después de no haber dado respuestas a las injusticias que vivió la región en los años 60-70.

En realidad desde su nacimiento, la OEA estaba marcada. Sus antecedentes fueron diseños de Washington como la Primera Conferencia Internacional Americana en 1890, la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, y su secretaría permanente; la Unión Panamericana de 1910, hasta la conformación del organismo actual en los días tumultuosos y trágicos que vivió Colombia, después del asesinato del líder popular y candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948.

Este asesinato fue una de las primeras actividades de la Central de Inteligencia (CIA)creada en 1947 en Washington, la misma que había enviado sus cuadros a la reunión de Bogotá, donde cancilleres de 21 países corridos por el miedo, acosados por una campaña de prensa feroz -porque el terrorismo mediático no es nuevo- terminaron firmando la Carta de la OEA que Estados Unidos necesitaba.

La muerte de Gaitán sirvió a Washington para imponer su agenda disfrazada en objetivos que nunca respetaría como fortalecer la paz, consolidar democracias, promover los derechos humanos, desarrollos sostenibles y desarrollo social y económico, entre otros buenos deseos que nunca se cumplieron.

Su creación obedeció a necesidades estratégicas de Estados Unidos como lo revelarían después diversos documentos desclasificados y recopilados por el abogado y escritor colombiano Apolinar Díaz Callejas en 1988.

La hegemonía estadounidense, quedó establecida en la política exterior de ese país después de la Segunda Guerra Mundial y esos trazados significaron el atrapamiento de América Latina en los juegos de un poder imperial que tempranamente había confesado que «América era para los americanos(norteamericanos)».

En la IX Conferencia Panamericana en Bogotá, la delegación estadounidense estaba encabezada por el general George Marshall, secretario de Estado del gobierno de Harry Truman, quien traía dos planteos básicos de la «Guerra Fría»: la lucha contra el comunismo y la «seguridad continental» que se convertiría luego en Doctrina de Seguridad Nacional y contrainsurgencia en los años 60, Seguridad Hemisferica y Guerra infinita en los 2000.

No venían a unir a América sino a tomarse la región. Un año antes habían logrado imponer el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) o Tratado de Río, que sólo sirvió para amparar el intervencionismo y legitimar lo actuado por los gobiernos estadounidenses.

El trabajo de Marshall y sus equipos estaban destinados a acusar el asesinato de Gaitán al comunismo, a la Unión Soviética, a los que nunca hubiera interesado la desaparición del líder liberal de inspiración socialista.

Una serie de telegramas y cartas dirigidas por Marshall al presidente y sus colaboradores, rescatados en los documentos desclasificados por Díaz Callejas, dan cuenta del cuidadoso armado que se realizó en Colombia con la complicidad del presidente Mariano Ospina Pérez, los amigos de Estados Unidos y los medios.

La histeria anticomunista debía servir para vencer las resistencias de algunos de los 21 países asistentes, que las había. Incluso ante los acontecimientos se llegó a debatir la llegada de tropas de Estados Unidos y el jefe de la delegación de Venezuela, el ex presidente Rómulo Bentancourt, se plantó contra esa posibilidad y amenazó con retirarse de la reunión.

En realidad luego hubo trasiego silencioso de tropas del Comando Sur entonces establecido en Panamá y aviones militares llegaron hasta los aeropuertos colombianos, para «seguridad de los delegados».

La serie de telegramas intercambiados por Marshall y su gobierno demuestran que, a pesar de la incredulidad de periodistas y medios de Estados Unidos sobre la versión de una conspiración comunista para asesinar a Gaitán, la delegación estadounidense encontró buen apoyo en medios colombianos relacionados con la embajada.

Acusaciones sin evidencia alguna, como reconocen funcionarios de Washington fueron, sin embargo publicadas en medios colombianos bajo control estadounidense.

La campaña sirvió para que Marshall y sus delegados convencieran a la mayoría de aprobar la resolución de la IX Conferencia Internacional Americana contra el comunismo con un objetivo básico en función de la «guerra fría».

La declaración «para preservación y defensa de la democracia en América», llamó a tomar medidas urgentes para evitar que «agentes lal servicio del comunismo internacional pretendan desvirtuar la auténtica y libre voluntad de los pueblos de este continente».

 

Se destacaba la «naturaleza antidemocrática e intervencionista del comunismo internacional» y cualquier «totalitarismo incompatible con la concepción de la libertad» y por supuesto con los consabidos «postulados de la dignidad humana y la soberanía de las naciones» que precisamente Estados Unidos jamás respetó.

Cinco años después, en 1954 este país invadió Guatemala y se entendió por qué y para qué se habían firmado esos compromisos que servirían para respaldar la política intervencionista de Washington.

La imagen solitaria del canciller de Guatemala Guillermo Toriello en 1954 cuando denunció primero los planes de intervención de Estados Unidos sobre su país, luego la intervención misma y defendió los derechos de su pueblo, es hasta hoy un símbolo de la soledad en que la OEA dejó a América Latina.

¿Quién demanda a la OEA por los más de 200 mil muertos en Guatemala desde la invasión de 1954 hasta los años 90, entre ellos casi 90 mil desaparecidos?

¿Y las invasiones a Cuba en 1961, Santo Domingo 1965 y Haití y la siembra de dictadores en Centroamérica y toda la región?. ¿Responderá la OEA por las miles de víctimas en todos nuestros países y en Colombia que desde 1948 no tiene paz?

La OEA no estuvo para detener la mano de los mercenarios en Nicaragua, ni los invasores en Granada(1983) o Panamá (1989) ni actuó cuando la flota británica vino a retomar las Islas Malvinas, a tanta distancia de sus costas y reconocidamente argentinas.

En aquellos años de la Guerra Fría- que en realidad nunca acabó- Washington no podía permitir un cambio en las estructuras sicioecónomicas de la dependencia que implantó en el continente, desde la puesta en marcha de la doctrina Monroe en 1823. Esto abrió el camino del expansionismo del «destino manifiesto» y el apoderamiento de nuestros territorios. Luego fueron otros planes como la siembra de las dictaduras de la seguridad nacional.

En los años 90 fue la catástrofe del neoliberalismo globalizante y en los años 2000 se trazó un proyecto de recolonización encubierta, una invasión silenciosa, donde los militares-sus tropas- están agazapados, mientras abundantes funcionarios de inteligencia, espías y equipos de Baja Intensidad ofrecen ayudas, crean Organismos No Gubernamentales y Fundaciones de buenos nombres y malos antecedentes y objetivos.

En abril de 2002 un golpe cívico militar en Venezuela fue derrotado por el pueblo en las calles, pero los funcionarios de la OEA, ni siquiera hablaron de golpismo.

Como tampoco hicieron nada ante cada golpe en el siglo XX. En noviembre de 2005, en Mar del Plata Argentina, los países del Mercado Común del Sur sepultaron el sueño colonial del Area para el Libre Comercio de las Américas(ALCA), que en 1994 había propuesto el ex presidente William Clinton, como un proyecto recolonizador en tiempos del neoliberalismo rampante, que les aseguraba las reglas del juego necesarias. Entonces encargó a la alicaída OEA la organización y administración de estas reuniones. Duró once años el proyecto y de nuevo en 2005 la OEA quedó con las manos vacías.

Sin prestigio alguno, repudiada por los pueblos latinoamericanos, la OEA nació como un árbol torcido y torcida y denigrada está ahora en el siglo XXI intentando liderar países que ya no le obedecen. Otras instituciones propias regionales hicieron lo que se debía hacer y tienen ahora protagonismo real.

Los funcionarios burocráticos de la OEA tampoco llamaron golpe a lo sucedido en Bolivia en agosto-septiembre de 2008 y quedaron paralizados ante la masacre de Pando en septiembre de 2008, cuando las autoridades de ese departamento boliviano que participaban en el golpe contra el gobierno de Evo Morales, decidieron «escarmentar» a campesinos desarmados. Mataron despiadadamente a más de 20 personas, entre ellos niños, dejando heridos y torturados. Entonces emergió la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur)por decisión de varios gobiernos y envió una misión de alto nivel a investigar los hechos, abriendo el camino a la justicia. Como en mayo de 1980 había sucedido en el Río Sumpul frontera entre Honduras y El Salvador, donde el ejército hondureño dispuso la expulsión y entrega a su par salvadoreño de campesinos d eesta nacionalidad refugiados. En muy pocas horas el ejército salvadoreño, formado, financiado y asesorado por Estados Unidos, mató a más de 600 personas, en una cacería brutal. Todavía no hay justicia, pero la OEA tampoco estuvo.

Esta organización jamás paró la mano de un golpe duro o suave, ni intentó detener el genocidio del siglo XX y siempre brindó en la mesa de los dictadores y de los dueños del poder real.

En marzo de 2008, varios gobiernos latinoamericanos no obedecieron órdenes de Washington cuando sucedió el brutal bombardeo sobre un campamento de negociación por la paz, en Sucumbio, Ecuador, por parte del ejército colombiano, con apoyo de asesores de Estados Unidos e Israel. El objetivo de la OEA era imponer, durante la reunión convocada ante esos hechos, una claúsula que anulara las soberanías en función de la guerra infinita contra el terrorismo. No pasó y resultó en una de las grandes derrotas de la OEA en los últimos tiempos.

Ahora hay una verdadera rebelión de países latinoamericanos pidiendo que se levante la cláusula que se usó para expulsar a Cuba de la OEA y que ese país decida si quiere participar. Cuba está en el centro del debate en la próxima reunión en San Pedro Sula Honduras. Las posiciones por un cambio definido en la política de Estados Unidos hacia Cuba, ponen en una situación límite a la OEA. La voz del secretario general de ese organismo José Miguel Insulsa insinuando condiciones para que Cuba reingrese a la OEA apareció como una acción extemporánea y vacía.

El comandante Fidel Castro, en una de sus últimas reflexiones se pregunta si «debe existir la OEA». Y en su respuesta recuerda los 60 años de infamias vividos por esa institución de los que Cuba no participó.

En realidad además de estas exigencias los países de América latina, demandan como un acto de mínima justicia, el levantamiento del bloqueo criminal contra el pueblo cubano, pero sin condiciones.

La OEA enfrenta su momento más grave. Si no cambia su estructura, si continúa siendo una creación colonial para solapar cuestiones coloniales y amparar las injusticias de una despiadada metrópoli imperial, los países de América Latina, no pueden seguir convalidando la farsa que tanto cuesta a pueblos desguarnecidos cuando aún la independencia verdadera se pelea en las calles y en los caminos de nuestra región.

 

 

España: El modelo productivo

Juan Torres López

Sistema Digital

 

Quienes hemos criticado desde hace años el modelo de crecimiento de la economía española hemos de estar satisfechos por la voluntad de cambio expresada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Es verdad que lo que hizo el presidente en el debate sobre el estado de la Nación fue apuntar el inicio de una nueva estrategia. Se limitó a manifestar sus intenciones («la transformación del modelo productivo es la clave para retomar una senda de prosperidad sostenible») y a establecer algunos puntos de partida a partir de los que se propone ponerlas en práctica y de los que me parece que hay que destacar tres principales: la creación de un nuevo entorno para la actividad económica, la reconducción de la actividad y «del volumen exagerado» del sector inmobiliario y la identificación y potenciación de nuevos sectores. Y como añadido de eso, mencionó los tres instrumentos a partir de los que el gobierno piensa que puede contribuir a poner en marcha el cambio: financiación, una norma jurídica específica y una propuesta de acuerdo político.

Yo creo que en la situación en la que se encuentra hoy día nuestra economía esa apuesta del presidente es imprescindible y que merecería un apoyo social amplio y sincero porque limitarnos a seguir el mismo camino seguido hasta ahora puede llevarnos a medio plazo, e incluso una vez que pase la crisis, a un callejón sin salida y a condiciones mucho peores incluso que las que ahora tenemos en su pleno desarrollo.

Lo que ocurre es que para que esa propuesta sea viable hacen falta algunas cosas más que las buenas intenciones, o incluso que los recursos legales y financieros que se han anunciado.

Quizá lo primero sería ponernos de acuerdo sobre lo que entendemos exactamente por modelo productivo y sobre sus elementos que se desean o se pueden modificar.

A veces da la impresión de que lo que en realidad se busca es hacer sostenible el actual estado de cosas, es decir, lograr que se siga reproduciendo aunque sin tantos sobresaltos. Es la sensación que se tiene cuando al mismo tiempo que se habla de cambio de modelo, las ayudas y los incentivos que se ponen sobre la mesa van a los mismos sectores de siempre y dejando que los mismos sujetos lleven la iniciativa y se sigan beneficiando de manera privilegiada de las medidas que se adoptan.

¿Consideramos ya como irreversible la desindustrialización de nuestra economía? ¿Aceptamos ya para siempre que renunciamos a nuestros activos y que el modelo a seguir ha de ser el que se basa en la venta de su práctica totalidad al capital extranjero?

El Presidente se refirió, yo creo que correctamente, a la necesidad de buscar otros sectores (aunque alguno de los que citó, como el de la moda, debería sonar muy raro en los planes de un gobierno que se ha autoproclamado feminista) pero el cambio de modelo no puede consistir solamente en la sustitución de un tipo de actividad por otro.

El modelo tiene que ver sobre todo con el tipo de uso que se haga en cualquier actividad y no solo con los que tienen que ver con el medio ambiente. Y ese uso es el resultado del diferente poder que tienen los distintos sujetos económicos, por lo que para hablar de cambio de modelo hay que hablar de si se va a dejar intacta la correlación de fuerzas o si se va a tratar de empoderar de otro modo y cómo a los sectores más débiles modificando a su favor normas como las que ahora hay en relación con el mercado laboral. Es lo que hacen, pero en el sentido contrario de favorecer a los intereses de la patronal, quienes proponen despidos más fáciles, acabar con la negociación colectiva o establecer un único tipo de contrato.

¿Queremos ahora ser más competitivos pero a base de salarios bajos, como constantemente están proponiendo la patronal o el Banco de España?

También tiene que ver, como el propio presidente reconoció, con la financiación. Pero sería imposible que el cambio, y mucho menos el propio modelo, se financie solo con un gasto público que se encuentra tan lejos de los estándares de nuestro entorno y de cuyo aumento a medio plazo no solo no se habla sino que incluso se dice que en cuanto se pueda volverá a contenerse.

Y aunque seguramente el gasto público será imprescindible, es evidente que no será suficiente y que habrá que contar con un sistema financiero comprometido con este cambio, algo realmente impensable mientras predomine su actual ordenación y la lógica que lo guía. Y aún menos, si se lleva a cabo el plan que parece preparar el gobierno para facilitar la concentración bancaria en el sector privado y la jibarización en el de las cajas.

Un modelo productivo también es un modelo de distribución de la renta. En economía no ocurre lo que pasa en la repostería, que primero se hace la tarta y luego se reparte, sino que es justamente al mismo tiempo que se produce que ya se está distribuyendo. Por eso es trascendente que, al mencionar los inconvenientes del modelo actual, el presidente no haga referencia explícita a sus negativos efectos sobre la distribución de la renta y la riqueza.

Si se va a cambiar el modelo se va a afectar inevitablemente al reparto y por tanto se tiene que poner sobre la mesa a qué esquema distributivo se quiere llegar y, sobre todo, qué medios se van a utilizar para lograrlo.

Hablar de cambiar el modelo productivo y no mencionar este problema de la desigualdad que el actual está incrementando no es solo una gran ingenuidad.

La manera en que se ha desenvuelto nuestra economía en los años recientes es la que ha provocado una concentración de la riqueza sin igual y la que ha llevado a que la participación de los salarios en el reparto de la «tarta» de las rentas sea la más baja desde los años sesenta. Solo en los años 2002-2005, gloriosos desde el punto de vista de crecimiento del PIB, la renta media correspondiente al 20% más pobre de los hogares de España se redujo en un 23’6%, mientras que la renta media del 10% más rico se incrementó más de un 15%.

¿Y cómo no hablar del endeudamiento de los hogares ocasionado por el actual modelo productivo, que ha pasado de ser el 66,5% de su renta disponible en 1994 al150,4% en 2007? ¿se va a mantener esa tónica tan beneficiosa para la banca (cuyo negocio es precisamente que la gente y las empresas se endeuden) o se va a tratar de cambiar? Y si se quiere cambiar, ¿cómo se va a lograr, cómo se va a doblegar el poder de los bancos y cómo se va a conseguir otra distribución de la renta que no obligue a los hogares a endeudarse de esta forma?

El modelo productivo y su cambio también tiene que ver con las cuestiones fiscales. ¿Se va a mantener el actual discurso fiscal? ¿Se va a seguir considerando que reducir los impuestos es una política progresista, cuando al mismo tiempo se debilita la provisión de bienes sociales? ¿Se va a ir, como se ha apuntado en algunos documentos doctrinarios, a promover amnistías fiscales, a seguir facilitando, como desgraciadamente ha hecho el gobierno, que los residentes en paraísos fiscales dispongan de condiciones tan privilegiadas como inaceptables desde el punto de vista de la justicia fiscal, o que las ganancias del capital que reciben principalmente los que ya de por sí son más ricos tributen mucho menos que las del trabajo?

Por otro lado, para poner en marcha la estrategia de sostenibilidad (económica, social y medioambiental) a la que aspira el gobierno harían falta nuevos instrumentos de registro y medida de la actividad económica, salvo que se quiera conducir el coche del cambio productivo sin tablero de mandos o con los ojos tapados. No vale el Producto Interior Bruto, ni valen las cuentas que no recogen nuestra producción de residuos, ni la actividad no monetaria que, sin embargo, es una pieza clave de la sostenibilidad, o el grado de eficiencia con que usamos los recursos, entre otras muchas.

No nos conviene engañarnos. Si lo que se desea es realmente un cambio de modelo productivo tenemos que hablar de todas estas cosas. Lo otro es sencillamente limitarse a encontrar algunos nuevos yacimientos de negocio para que los mismos de siempre sigan poniéndose las botas aunque en actividades distintas y con un barniz de responsabilidad social corporativa por encima.

La primera apuesta, la sincera, es difícil. Obliga también a modificar las conductas, a corregir inercias y comodidades y a acabar con privilegios inaceptables, lo que provocará lógicas y fuertes resistencias. Si el gobierno la plantea con inteligencia y con claridad, hablándole a los ciudadanos con credibilidad y promocionando un nuevo tipo de participación y complicidad social podrá dar pasos de gigante. Si es conservador y quiere cambiar todo dejando todo como está, se quedará solo a la hora de afrontar un reto tan importante.

 

 

 

Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada (Universidad de Sevilla). Su página web: http://www.juantorreslopez.com

Las complicidades de Álvaro Uribe y Felipe Calderón

Gilberto López y Rivas

La Jornada

 

Los crímenes de Estado de Álvaro Uribe siguen causando víctimas, con la complicidad de quien ocupa ilegítimamente el Poder Ejecutivo en México, Felipe Calderón. Las amenazas de extradición a Ecuador de Lucía Morett Álvarez y la detención ilegal del sociólogo colombiano Miguel Ángel Beltrán Villegas cuando realizaba trámites migratorios, y su expulsión inmediata a Colombia, son dos sucesos más que lamentar de la cadena que se inicia con la acción militar del gobierno colombiano en territorio ecuatoriano el primero de marzo de 2008, en la que fueron asesinados, además de Raúl Reyes y sus compañeros de armas, cuatro estudiantes mexicanos.

Álvaro Uribe se responsabilizó públicamente de este hecho violatorio del marco jurídico internacional y el que rige los actos de guerra y el derecho humanitario, sin que hasta la fecha se le finquen cargos por este y los innumerables crímenes de lesa humanidad cometidos contra el pueblo de Colombia, como los denunciados en esta columna sobre los cientos de ejecuciones extrajudiciales, mal llamadas falsos positivos (La Jornada, 21 de marzo de 2009).

Paradójicamente, Lucía Morett, herida gravemente en ese bombardeo, es inculpada en un juicio de extradición por Wirmar Gonzabay Pérez, agente fiscal del distrito Sucumbíos, y Orellana, del Ministerio Público de Ecuador (fallecido en una zona de tolerancia de Lago Agrio, víctima de un paro cardiaco), por el delito contra la seguridad del Estado, sin que hasta la fecha se conozcan acusaciones y trámites judiciales similares en contra de los militares colombianos y su comandante en jefe, Álvaro Uribe, quienes son los delincuentes confesos de la incursión en territorio ecuatoriano. El juez local de la provincia –asimismo– dictó una orden de llamamiento a juicio en contra de Lucía. La larga mano de Uribe llega al aparato judicial ecuatoriano, tan sospechosamente sesgado que responsabiliza a las víctimas y no a los victimarios; pero también llega a México, cuyo gobierno no ha condenado el homicidio de esos jóvenes estudiantes que desarmados y sin uniforme se encontraban en el campamento, y cuyo presidente se dispone a visitar Colombia para ser recibido como un héroe de la lucha contra el terrorismo.

Los padres de esos estudiantes afirman en carta a Felipe Calderón, fechada el primero de marzo de este año: «Múltiples ataques e infundios se han manejado para desprestigiar a nuestros hijos asesinados y a Lucía como testigo, pretendiendo con ello desviar la responsabilidad que los asesinos tienen por los delitos cometidos. Categóricamente reiteramos, nuestros hijos ingresaron y transitaron legalmente por Ecuador. Su visita como civiles en un campamento de las FARC no constituía ningún delito. Eran jóvenes entusiastas, interesados en conocer los procesos sociales latinoamericanos. Su derecho a realizar investigaciones académicas in situ fue reivindicado por autoridades, profesores, trabajadores y estudiantes de la UNAM». Se destaca en este documento la negativa de Patricia Espinosa y el titular del Ejecutivo federal a recibir a los padres, no obstante la gravedad de lo sucedido y los diversos documentos enviados sobre la masacre de Sucumbíos. Se señalan la falta de una defensa efectiva para los mexicanos víctimas de delitos en el extranjero y el nulo interés del gobierno de Calderón para que los culpables materiales e intelectuales de los homicidios de mexicanos sean juzgados. También se hace un enérgico extrañamiento a que la investigación de las autoridades mexicanas se ha centrado en los jóvenes y sus acciones, y no en la incursión extraterritorial colombiana. Se denuncian el carácter persecutorio del interrogatorio de la Procuraduría General de la República (PGR) a Lucía Morett y los dos procesos penales abiertos contra ella y otros ciudadanos sin pruebas ni fundamentos. Sobre todo, se demanda que el gobierno mexicano no otorgue la extradición de Lucía Morett, con base en el artículo 3 del tratado de extradición entre el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de la República de Ecuador, que es muy claro en negar dicho acto si existen razones fundadas para considerar que una solicitud de extradición ha sido formulada con el propósito de perseguir o castigar a una persona por motivos de su raza, religión, nacionalidad, creencias políticas o cualquier otro tipo de discriminación prohibida por la legislación interna de cada una de las partes, así como por los tratados internacionales vigentes para ambas partes. Lucía es perseguida por sus creencias políticas en favor de la solidaridad entre los pueblos de México y Colombia y en defensa de los derechos humanos de los colombianos violentados gravemente por Álvaro Uribe Vélez.

Convenientemente, los aparatos de inteligencia colombianos encontraron en la ya legendaria computadora de Reyes todo un expediente contra Miguel Ángel Beltrán Villegas, maniobra que con precisión el editorial de nuestro periódico del 24 de mayo califica de montaje elaborado por la administración uribista. Ahora se tratará de relacionar a este peligroso terrorista con Lucía Morett y con otros mexicanos y extranjeros de la supuesta red internacional de la guerrilla colombiana, académicos, intelectuales y activistas que han manifestado desde nuestro país posturas críticas hacia el gobierno uribista y que podrían, por tanto, estar incorporados en la lista negra de Bogotá (Ibid.).

Apoyo a Lucía Morett y a la negativa de su extradición; a los padres de los estudiantes masacrados en Ecuador. Indignación por la obsecuente complicidad de Felipe Calderón y su gobierno con Uribe Vélez en la detención y expulsión de nuestro colega Beltrán Villegas, a quien envío un saludo solidario. Alto a las agresiones a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Cultura y Transformaciones sociales en tiempos de globalización : Perspectivas latinoamericanas (Textos completos)

cultura-y-transformaciones-sociales

Mato, Daniel; Maldonado Fermín, Alejandro.

ISBN 978-987-1183-66-1

 CLACSO  http://www.clacso.org.ar/  

 Buenos Aires  abril 2007

Este libro muestra y analiza cómo la producción social de representaciones de ideas que orientan las acciones de actores quee juegan papeles clave en significativos procesos sociopolíticos contemporáneos se da en el marco de procesos y relaciones transnacionales.

Los estudios incluidos examinan casos relacionados con la producción transnacional de representaciones de ideas de nación y nacionalidad, democracia, reforma judicial, libertad, sociedad civil, (neo)liberalismo, desarrollo sustentable, cultura y desarrollo, identidad indígenas, credos y religiosidad, culturas juveniles, industrias culturales, América Latina y latinoamericanismo, por parte de académicos, periodistas, dirigentes sociales y políticos, agencias gubernamentales e intergubernamentales, medios de comunicación masiva, corporaciones transnacionales, universisdades y centros de investigación, así como por parte deorganizaciones indígenas, ambientalistas, religiosas, juveniles, de migrantes, dederechos ciudadanos, y otros actores sociales significativos. A partir del análisis de los mencionados casos, se procura contribuir a la elaboración teórica en el campo de los estudios de cultura, política y cambio social en el mundo contemporáneo.

Descargar Libro: Cultura y Transformaciones sociales en tiempos de globalización

 

Cómo los medios ocultan el mundo

Sandra Russo

Página/12

«Este nuevo libro de Pascual Serrano establece de modo definitivo, con un catálogo estremecedor de hechos, la prueba del ADN de que los medios desinforman.» La frase es de Ignacio Ramonet, quien prologa Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo, que acaba de ser publicado en España. Ramonet es ese francés un poco respingado de Le Monde Diplomatique, a quien a su vez el propio Pascual Serrano admira porque le atribuye la noción de «pensamiento único». Fue una frase que Ramonet usó en un Foro Social, y que prendió en todo el mundo para nombrar algo que todavía, antes de ser detectado y pasado a discurso, circulaba camuflado en el agua del neoliberalismo de los ’90.

Pascual Serrano, me gustaría presentarlo, es uno de los directores del periódico digital Rebelión, en el que diariamente se pueden leer algunos de los mejores artículos de política exterior y derechos humanos de todo el mundo. Y Pascual tiene una especialidad, una especificidad como intelectual de izquierda, y es detectar la trampa del poder en el lenguaje periodístico. Tiene un ojo entrenado como he visto pocos y una solidez admirable para transmitir sus hallazgos semánticos en textos breves que desvisten títulos, ediciones, formas de expresión, fotos, secuencias de información.

De eso se trata su nuevo libro, pero lo que es verdaderamente nuevo y necesario es el enfoque del trabajo de Serrano. Porque vivimos un tiempo en el que los circuitos de la información se han llenado de dinero. La información ya no es sólo poder, sino capacidad económica para escindir el poder de la política. La libertad de la economía para subordinar a la política a sus intereses específicos es la libertad central que se defiende en el coloquio al que fueron a hablar los Vargas Llosa.

Pero precisamente a propósito de sus presuntas detenciones o retenciones en el aeropuerto, que no fueron más que trámites migratorios largos, y del operativo mediático increíble que se montó en la Argentina, donde el aire preelectoral es el cultivo en el que crecen los hongos informativos, es oportuno hacer pie en el trabajo de Serrano. En el mundo del capitalismo globalizado, la información que circula por los grandes medios construye diariamente un mundo paralelo a su antojo, hundiendo a los espectadores, oyentes y lectores en los velos de ese mundo paralelo, en el que fue detenido Mario Vargas Llosa al llegar a Venezuela. Eso jamás ocurrió, pero es lo de menos. Se monta la estantería mediática de los hechos y se pone a hablar a todo el mundo como si lo que no ocurrió hubiera ocurrido, y después sólo se debe repetir las declaraciones: una ficción está siendo consumida como información.

La semana pasada, Serrano publicó un artículo en el que afirma que «sólo se puede llegar a la conclusión de que en Venezuela hay un empresario de apellido Chávez que compra bancos. Para los medios no es que el Estado venezolano haya comprado el Banco de Santander, ha sido Chávez quien ha sacado los millones de su bolsillo y se lo ha quedado. Es curiosa la sintonía de todos los medios: Agencia AFP: Grupo Santander vende a Chávez el Banco de Venezuela por 1050 millones de dólares, El Mundo: Santander vende a Chávez su filial en Venezuela por 750 millones, EFE en Heraldo de Soria: El Santander acuerda la venta del Banco de Venezuela a Chávez, RTVE: El Santander vende a Chávez su filial en Venezuela por 750 millones, El País: El Santander vende su filial venezolana a Chávez por 750 millones. Y, por si no fuera poco, El Mundo llega a titular Chávez se convierte en el primer banquero de Venezuela.»

Los medios sustraen al Estado venezolano del escenario significante. Atribuyéndole a Chávez un personalismo propio de la presunta dictadura que describen, son los propios medios los que se niegan a entrar en la lógica de un Estado democrático y soberano. «En El País del día siguiente, ya ni siquiera Chávez compra el banco, se lo entregan: ‘El Santander entrega el Banco de Venezuela a Chávez por 755 millones’.»

Quizá sea necesaria esta manipulación informativa del proceso venezolano, ya que lo que está haciendo el gobierno de Chávez es lo mismo que hacen otros gobiernos. Por eso debe ser narrado de otra manera. «Los estados están comprando acciones de los bancos, es decir, nacionalizando. Medio año antes, Bush anunció la compra de acciones en nueve de los mayores bancos del país por un total de 250.000 millones de dólares. Claro que, entonces, el dueño ya no era el presidente, por eso titulaban EE.UU. negocia la nacionalización de hasta el 40 por ciento de Citigroup (El País 22-2-2009) o EE.UU. baraja nacionalizar parte de la banca (Público 9-20-2008). No publicaban que Obama negocia la compra o Bush baraja comprar.

El objetivo preciso, discursivo, es evitar «la asociación entre Hugo Chávez como legítimo representante de los venezolanos y convertir las decisiones de su gobierno en iniciativas personales y, si es posible, que las audiencias crean que el banco se lo queda Chávez para él». Un ejemplo, apenas, del mundo paralelo que crean los medios, para no responder por el mundo que ocultan.

 

“El Mercurio” dirige la política nacional

Manuel Cabieses Donoso

Punto Final

 

«El objetivo central de la política es mantener a la población alarmada y, por lo tanto, ansiosa de que la conduzcan a la seguridad, amenazándola con una serie interminable de espantajos, todos imaginarios».

(H. L. MENCKEN )

Ante la inoperancia y desprestigio de los partidos -de uno y otro bando-, El Mercurio de Santiago ha asumido el rol de director de escena de la política chilena. Impone la pauta informativa que guía a casi todos los medios escritos y audiovisuales. En esa función ha convertido a la «clase política» -dirigentes, parlamentarios, funcionarios públicos, comentaristas, etc.- en actores de un escenario que es esencialmente falso. Esta construcción tiene como propósito confundir a la opinión pública y subordinarla a los intereses oligárquicos y antinacionales que representa ese diario. Esa labor, cumplida con frialdad y sin cortapisas éticas, ha conseguido prostituir la política y convertirla en un espectáculo cuyos personajes desempeñan determinados roles a cambio del derecho a existir en esa realidad mediática y alcanzar una cuota de poder verdadero.

En ese sentido, Chile está siguiendo el camino recorrido por otros países, en que el vacío que dejaron los partidos -sumidos en el desprestigio de la corrupción-, pasaron a ocuparlo los medios de información. La prensa y televisión -en menor medida la radio- están controlados en América Latina por los sectores más cavernarios y pro imperialistas y se encuentran empeñados en crear graves problemas a gobiernos democráticos y populares como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador. El Mercurio, que ya tiene en su siniestro récord haber contribuido al derrocamiento del presidente Allende, juega esa función en las condiciones del Chile actual.

La derecha en nuestro país tiene muchas posibilidades de ganar las elecciones de diciembre. Pero no sabe cómo hacerlo. Se encuentra ante un país contradictorio y complejo que padece de analfabetismo político como producto de la erosión ideológica y moral causada tanto por la derecha como por la Concertación. Esto, sin embargo, no asegura la hegemonía de nadie y es allí donde surge El Mercurio para fabricar una «realidad» que asegure el triunfo de la derecha. En los hechos, El Mercurio es el generalísimo de la campaña de Piñera. Las encuestas -las serias y las truchas- mantienen desde hace meses a Sebastián Piñera a la cabeza, con alrededor del 40%. Pero lo que falta no es fácil de conseguir debido a la volatilidad de una opinión pública desinformada. El principal sostén partidario de Piñera es Renovación Nacional, que en las encuestas ha desplazado a la UDI a un tercer lugar detrás de la Democracia Cristiana. Los dos partidos de derecha reúnen un 24% y los cuatro partidos de la Concertación apenas 19%, según encuestas serias. Todo indica que la derecha puede al-can-zar la mayoría de la Cámara de Diputados. Sin embargo, corroborando la licuación de la política nacional debido a la falta de referentes políticos realmente alternativos, la encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (Cerc) del mes de abril, indica que sólo el 17% de los consultados dijo ubicarse en la derecha del espectro político. En cambio, el 21% se considera de Izquierda y el 34% de centro. No obstante, a contrapelo con lo anterior, el 20% de los encuestados dijo tener una buena imagen de la dictadura militar y el 36% la consideró regular. Sólo el 32% opinó que la dictadura fue una tragedia para el país (ese porcentaje era de 39% hace cuatro años).

Datos sueltos como éstos -a los que hay que agregar el casi 70% de popularidad de la presidenta Michelle Bachelet y el 60% de su gobierno- conforman un panorama contradictorio y movedizo para cualquier estrategia política. Sobre todo para la derecha que en un escenario tan confuso no puede cantar su autoanunciada victoria. Intentando conducir la política por el rumbo que necesita la derecha, la asesoría mercurial inventó una fachada para Piñera: la Coalición por el Cambio. Es una fórmula poco original pero probada. El 3 de mayo el empresario Ricardo Martinelli ganó la presidencia de Panamá con su Alianza por el Cambio. Dueño de una cadena de supermercados y con participación en el negocio de la televisión y muchos otros, Martinelli obtuvo 60% de los votos y 41 de las 71 bancas de diputados. El caso de Panamá pudiera servir de ejemplo en Chile. El gobierno de Martín Torrijos y su socialdemócrata Partido Revolucionario Democrático (PRD) tuvo éxitos en la macroeconomía. El país creció en forma sostenida en los últimos años. Sin embargo, la base social del PRD fue minada por graves problemas en la seguridad pública, el transporte, la educación, el alto costo de la vida, la cesantía, etc. Estos factores mandaron a la lona a un sistema de gobierno que -como la Concertación- llevaba veinte años en el poder. La Alianza por el Cambio de Panamá utilizó en su propaganda los mismos resortes sicológicos que emplea la Coalición por el Cambio en Chile. Las palabras mágicas son «cambio» y «alternancia»; los temas: corrupción, seguridad, desempleo, educación, salud, etc., problemas reales y graves.

Sin embargo, Piñera viene en declive. Desde diciembre de 2008 a abril de este año, ha disminuido 9 puntos, mientras Frei ha subido 20, según la encuesta Cerc. Seguramente esto llevó a El Mercurio a no publicar una línea sobre esa encuesta, salvo una mención anecdótica acerca del director de Cerc, Carlos Huneeus. Vale la pena decir que esa encuestadora, vinculada a la Concertación, lleva 23 años haciendo un trabajo que le ha granjeado prestigio. No puede decirse lo mismo de El Mercurio y su espolón de ataque, el vespertino La Segunda, que han convertido sus encuestas en un método para crear hechos políticos en función de sus intereses.

La táctica que emplea El Mercurio apunta a desorganizar las filas -ya bastante raleadas y fatigadas- de la Concertación. Como toda táctica eficaz, ésta se apoya en las propias debilidades de la coalición de gobierno, en sus rivalidades, errores y luchas internas. No sólo sufre el desgaste de veinte años en el gobierno -acentuado por niveles escandalosos de corrupción-. Está también el agotamiento histórico de un proyecto que ha perdido el rumbo y también el alma en un continente que comienza a explorar nuevos caminos, ajenos al capitalismo en crisis. La Concertación, como tal, sólo existe a nivel cupular. En la base social ha desaparecido y cada partido se rasca con sus uñas. En servicios públicos y municipalidades -que son su reducto- los militantes libran luchas feroces por ocupar colinas burocráticas que el cuoteo ha entregado a «compañeros» de otros partidos. El Mercurio -cuya sórdida historia se ha relatado ene veces en Punto Final-, gozaba de ventajas para asumir la dirección del escenario político. Entre ellas, el temor reverencial que provoca en políticos de todos los colores. No es que El Mercurio tenga una gran circulación (de hecho La Tercera vende más). Su circulación es insignificante en ciudades como Valparaíso y Viña del Mar (ver PF 683). Pero su influencia aumenta con los 24 diarios de su cadena y la sujeción a su agenda informativa de la mayoría de los medios escritos y audiovisuales. Los políticos se pirran por aparecer en El Mercurio y esto le permite darse ínfulas de «objetivo» concediendo espacio a opiniones diferentes. Por ejemplo, en la actual campaña presidencial, ha publicado columnas de Jorge Arrate, Adolfo Zaldívar y Marco Enríquez-Ominami, presuntos críticos del modelo económico que defiende El Mercurio.

El caso del joven diputado socialista que aspira a ser candidato presidencial independiente, es especial. Se ha convertido en «fenómeno» político gracias sobre todo a El Mercurio y su cadena, que constituyen el mayor soporte publicitario de su campaña. No cabe duda que las intenciones de El Mercurio son diferentes a las de Marco Enríquez-Ominami. Pero éste no ha manifestado ninguna molestia por el torrencial despliegue de informaciones y comentarios favorables que le brinda El Mercurio. El apoyo del escorpión mercurial dañará las posibilidades de Enríquez-Ominami y quizás le impida encabezar un movimiento de renovación de la política y de superación democrática de la Concertación.

A pesar del apoliticismo inducido que existe en el país, vastos sectores populares han aprendido a sospechar de las intenciones de El Mercurio. Saben -por dolorosas experiencias- que el diario del conspirador y traidor a la Patria, Agustín Edwards Eastman, miente. El individuo que viajó a Washington a pedir la intervención norteamericana para derrocar al presidente Allende, puede ser halagado y cortejado por los gobiernos y políticos de la Concertación y de la derecha. Sin embargo, gran parte del pueblo sabe que Edwards es un viejo crápula que ha puesto su consorcio periodístico al servicio de la oligarquía y del imperio norteamericano.

La insólita decisión mercurial de promover a Enríquez-Ominami la explica bien un columnista del diario, David Gallagher, declarado piñerista. Después de un largo elogio al joven precandidato, Gallagher dice en su artículo El fenómeno Marco: «Su postura en materia de derechos civiles despierta apoyo y rechazo transversales. Lo mismo ocurre con sus cambios constitucionales. Algunas de sus ideas económicas… parecen liberales. (…) En todo caso es difícil imaginarse que en segunda vuelta los votantes de Marco votarían todos por Frei. Por lealtad a la Concertación, él podría llamarlos a hacerlo, pero eso vulneraría su relación con sus adherentes, gente que casi por definición, valora para sí misma la libertad de acción que él mismo se ha permitido» (El Mercurio, 22 de mayo, 2009).

Es la ambigüedad de Enríquez-Ominami, sobre todo en su programa económico de marcada tendencia liberal, lo que hace posible -sin correr riesgo- que El Mercurio le preste considerable atención, confiando canalizar parte de su eventual votación al empresario Sebastián Piñera. Este es un tema -el decepcionante programa económico de Enríquez-Ominami-, que Punto Final debe explorar con más detenimiento, y así lo haremos.

El Mercurio ha llegado a flexibilizar al máximo su línea editorial. Por ejemplo, apoyando el pacto electoral de la Concertación con el Partido Comunista. En editorial del 31 de enero de 2009, señala: «…es una forma (el pacto) de terminar con la llamada exclusión, sin introducir parches al sistema binominal que le darían un indeseable poder definitorio a los partidos que rompan el supuesto empate. En fin, éste podría ser el inicio de un cambio más definitivo en las posturas del PC, que acorte sus diferencias con la Concertación para, eventualmente, integrar ese conglomerado como un partido más. (…) Si ese eventual cambio se consolida, la institucionalidad democrática del país se afirmaría. Un PC ‘deslavado’, a la italiana, sería positivo para Chile, aunque aún es prematuro saber si eso ocurrirá».

Sin embargo, poco después -el 8 de febrero de 2009- El Mercurio intentó desalentar el pacto que en esos días parecía «próximo a formalizarse». Su editorial recogía la alarma del presidente de RN, Carlos Larraín, en el sentido que «la Alianza puede perder diputados». Ante ese peligro, El Mercurio desempolvó su anticomunismo tradicional para sostener que «un eventual pacto entre la Concertación y el PC haría de éste una suerte de copartícipe en el gobierno, algo que el país no ha vuelto a vivir desde la Unidad Popular y que expresamente excluyó el Acuerdo Nacional de 1985, al reunir sólo a quienes podían acreditar una efectiva vocación democrática. Y esa renuncia de la Concertación a esta definición básica sí sería un cambio mayor del escenario político».

El garrote golpista asoma detrás de las palabras.La información política de El Mercurio, a partir de esa fecha, hace denodados esfuerzos por fabricar «noticias» destinadas a boicotear ese pacto y entorpecer la modificación del sistema binominal, lo cual ha conseguido en buena medida.

La intromisión de El Mercurio en la política nacional causa también otros «daños colaterales». Contribuye, por ejemplo, a retrasar la construcción de una alternativa de orientación socialista que ponga a Chile a tono con la tendencia que se ha puesto en marcha en América Latina. Sujetos político-sociales necesarios a ese proceso, están atrapados en las redes de la «política» creada por El Mercurio, obsesionados por ganar un lugar en un sistema político que empieza a crujir por agotamiento. Pero este tema también es materia de otro artículo.

(Publicado en «Punto Final», edición Nº 686, 29 de mayo, 2009)

Entrevista a Enzo Faletto, figura clave de la Teoría de la Dependencia

«Necesitamos una nueva ética de comportamiento»

CLACSO – La Jornada

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La foto de Humphrey Bogart en blanco y negro con el cigarrillo en la comisura del labio estaba colgada en una pared del pequeño cubículo del profesor de tiempo completo de este sociólogo e historiador de la Universidad de Chile, protagonista de los años 70, desde la Cepal y Flacso, con obras sobre la teoría de la dependencia con locación en América Latina. Estrellas del estilo de Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos y otras figuras de esa talla compartieron reflexión y desvelos con este «duro» que decidió quedarse en Santiago a la hora de los inconvenientes, para demostrar que en tiempos de canallas también era posible preservar una actividad intelectual.

LA IRONÍA EXACERBADA no logra protegerlo de una sensibilidad a flor de piel que se expresa en la mirada aguda pero benévola de quien ha transitado desde la euforia personal y colectiva hasta el umbral de la muerte, propia y ajena, en un recorrido silencioso sin estridencias más cercano al de un monje que al de un intelectual mediático del siglo XXI. A sus 66 años, Enzo Faletto, la figura mítica de la Sociología de la Universidad de Chile, autor de libros como Dependencia y desarrollo en América Latina, junto al ex Presidente de Brasil Fernando H. Cardoso; El liberalismo Romántico, con Julieta Kirkwood; Transformaciones sociales y económicas en América Latina, con Rodrigo Baño, o de artículos como «El futuro del Estado», con Ricardo Lagos; o «Los años sesenta y el tema de la dependencia», «De la teoría de la dependencia al proyecto neoliberal. El caso chileno», los dos últimos publicados recientemente en la revista del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, asume que efectivamente la Casa de Bello ha sido un refugio que le ha permitido observar casi sin ser visto.

Alguien debe escribir la historia político-intelectual de quienes nos quedamos en Chile y de ese diálogo interno que también se extendió a quienes estaban en el exilio, señala al inicio de la entrevista mientras fumamos como chimeneas en una mañana luminosa y caliente de verano de mierda, encerrados en una oficina del Departamento de Sociología en pleno enero. Advierte que no debe fumar y saca otro cigarrillo y lo enciende en una actitud equivalente a yo me muero como viví, o de duro, al estilo Bogart, o de intelectual maldito pero amigo de sus amigos.

Refugiados en Flacso, organización clave en la resistencia intelectual de esos tiempos, y convencidos que el fin de la dictadura estaba a la vuelta de la esquina, comenta de esos primeros tiempos en Chile junto a Lechner, Garretón, Moulian, Julieta Kirkwood, Rodrigo Baño y otros tantos, convencido del aporte de un exilio que con más mundo echará por tierra esta sensación de «excepcionalidad» del proceso chileno y abrirá el debate. Pero poco o nada de esas expectativas se cumplieron: el exilio fue muy largo y muchos intelectuales siguieron hablando de un Chile inexistente, de un país analizado y pensado para los europeos o estadunidenses. En síntesis, se hablaba poco de América Latina con los latinoamericanos, marcando una tendencia que, según Faletto, hoy subsiste y se traduce en falta de pensamiento propio, y en una crisis del rol de la sociología que abarca hasta la forma de hacer política. Seguir leyendo «Entrevista a Enzo Faletto, figura clave de la Teoría de la Dependencia»

¿Qué hacer con la OEA?

Atilio A. Borón

Rebelión

OEA 2Las organizaciones -y las burocracias internacionales todavía más- se resisten tercamente a morir. Aunque hayan cumplido su ciclo y perduren como ruinosas huellas de un pasado que ya nunca volverá siempre tendrán ingeniosos defensores que urdirán los más intrincados razonamientos para postergar indefinidamente su inevitable ocaso. En este sentido la próxima reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros de la OEA en San Pedro Sula, Honduras, está planteando la pregunta incorrecta, a saber: ¿debe o no Cuba volver a la OEA, y si vuelve, bajo cuáles condiciones? En realidad lo que hay que preguntarse es si existe alguna razón en virtud de la cual la OEA merece seguir existiendo. Y cuando se plantea esta pregunta, que es la correcta, la respuesta es inequívoca: No. No hay ninguna razón que justifique la continuidad de la OEA.

No sólo Cuba no tiene nada que hacer en la OEA. Tampoco los demás países de América Latina y el Caribe. Esta organización reflejó un (largo) momento de total hegemonía de Estados Unidos en el sistema interamericano. La OEA fue la expresión, en el plano de los organismos internacionales, de ese período histórico ya concluido en el cual Washington mandaba y los demás acataban, como lo demostró la ignominiosa expulsión de Cuba ordenada por la Casa Blanca en ocasión de la octava cumbre reunida en Punta del Este, Uruguay, el 31 de Enero de 1962. Como el imperialismo había sido derrotado en Playa Girón, el 16 de Abril de 1961, la represalia fue declarar el ostracismo de Cuba, su total aislamiento, con la vana esperanza de que abrumada por tamaño infortunio la Revolución plegaría sus banderas y se entregaría mansamente a sus enemigos. Se equivocaron de medio a medio.

Hay un paralelismo inevitable entre la malograda Sociedad de las Naciones y la OEA. La SN, fundada como resultado del Tratado de Versailles al finalizar la Primera Guerra Mundial tenía por objeto promover los llamados «derechos del hombre», prevenir el estallido de nuevas guerras, fomentar la seguridad colectiva y resolver las controversias internacionales mediante la negociación y la diplomacia. Su manifiesta incapacidad para cumplir con tales propósitos provocó, a mediados de los años treintas, su progresiva obsolescencia al compás de la expansión del fascismo en Europa y, sobre todo, de la arrolladora marcha del ejército Nazi ante la cual la SN no hizo otra cosa que lamentarse. La OEA, por su parte, declara que su misión no es otra que la de ser un foro adecuado para facilitar el diálogo multilateral y la toma de decisiones dentro del sistema interamericano, fortalecer la paz y la seguridad, consolidar la democracia , promover los derechos humanos , apoyar el desarrollo social y económico y promover el desarrollo sostenible en todo el ámbito americano. No obstante, sus bellas intenciones se vieron invariablemente frustradas porque antes que nada la OEA fue, desde su nacimiento, un instrumento del imperialismo norteamericano y todos aquellos loables objetivos quedaban invariablemente supeditados al interés de la potencia hegemónica. Consolidar la democracia sí, pero siempre y cuando los gobiernos democráticos no amenazaran los intereses de Estados Unidos. Fortalecer la paz y la seguridad sí, pero si hay gobiernos díscolos que desafían al poder imperial invasiones como las de Playa Girón, Santo Domingo, Panamá o Granada se tornan perfectamente justificables.

El sometimiento y control de las naciones al Sur del Río Grande fue un imperativo estratégico de Estados Unidos desde fechas tan tempranas como 1823, cuando el Presidente James Monroe formulara la doctrina que lleva su nombre: «América para los (norte) americanos». En línea con esta directiva estratégica Washington promovió la realización, en 1890, de la Primera Conferencia Interamericana , misma que fuera brillantemente cubierta por José Martí en su carácter de corresponsal del diario La Nación de Buenos Aires. [1] Dicha conferencia instituyó una Secretaría Permanente que, en 1910, se convertiría en la Unión Panamericana. Habría de ser en Bogotá, el 30 de Abril de 1948, cuando esta institución diera nacimiento a la OEA en medio de las enormes convulsiones desencadenadas por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el popular líder del partido Liberal colombiano perpetrado pocas semanas antes. No es un dato menor que desde 1890 hasta la fecha de la creación de la OEA todos los directores de este organismo «interamericano» hayan sido ciudadanos estadounidenses y que, una vez constituida la OEA, ningún Secretario General fuese designado sin la explícita aprobación de la Casa Blanca que ejercía en los hechos un poder (para nada discreto o disimulado) de veto.

A partir de su creación la OEA se destacó por su incondicional sumisión a los intereses norteamericanos y a las directivas emanadas desde Washington, transmitidas ora directamente, ora a través de voceros reclutados entre los colonizados más hábiles en las artes de la demagogia y la manipulación de sus pares. La sola enumeración de sus actos, complicidades y claudicaciones desde 1948 hasta nuestros días prolongaría extraordinariamente este artículo. La OEA condonó invasiones, asesinatos políticos, golpes de estado y campañas de desestabilización contra gobiernos democráticos. Fue ciega, sorda y muda ante las atrocidades del «terrorismo de estado» enseñoreado en la región en la década de los setentas y cuando motivada por un clamor y una protesta generalizadas se decidió a actuar lo hizo tardía y tibiamente. El TIAR, Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, según el cual cualquier » ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos» demostró escandalosamente su hipocresía y falsedad cuando el Reino Unido recuperó por la fuerza el control de las Islas Malvinas ante la indiferencia de la OEA. Y cuando en Mayo del 2008 estalló la crisis en Bolivia y los caciques de la «media luna» querían derrocar a Evo Morales -y, eventualmente, crear una república independiente- el conflicto fue rápidamente solucionado mediante la intervención de los países de América Latina en el marco de la UNASUR y sin que la OEA jugara papel alguno.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, tal vez lo más rescatable de la OEA, está de todos modos sujeta a la preponderante influencia de Estados Unidos y sólo puede formular recomendaciones ante denuncias relativas a violaciones a los derechos humanos. La Comisión lo hizo en relación a numerosas violaciones a los derechos humanos cometidas por los Estados Unidos sin que la Casa Blanca se molestara siquiera en tomar nota del mensaje emitido por un órgano de una institución, la OEA, a la que pertenece desde su fundación. Y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, creada a partir del Pacto de San José de Costa Rica en 1979, que sí tiene capacidad para emitir sentencias, no tiene competencia sobre todos los países miembros de la OEA. Canadá no suscribió el Pacto y tampoco lo hizo Estados Unidos, que de esta manera se automargina de la jurisdicción de la Corte haciendo que cualquier violación a los derechos humanos cometida por este país no sea punible por la Corte. [2] De hecho la OEA ha permanecido asombrosamente inactiva frente al torrente de denuncias formuladas en contra de Washington por las atrocidades cometidas en Abu Ghraib y Guantánamo, los «vuelos de la muerte», la legalización de la tortura y los asesinatos y agresiones cometidos por fuerzas estadounidenses a lo largo y a lo ancho del planeta.

En función de tales antecedentes, y teniendo en cuenta además, como si lo anterior no fuera suficiente, que aproximadamente las dos terceras partes de los fondos con que funciona la OEA son suministrados por el gobierno de Estados Unidos (con lo que esto significa en términos de condicionamiento político) ¿qué sentido tiene promover el retorno de Cuba a una institución tan desprestigiada como esa? [3] El futuro no está en la OEA sino en la creación de otro tipo de organizaciones internacionales que reflejen adecuadamente los intereses de la región. De hecho el ALBA es una de ellas, la UNASUR es otra: pese a sus diferencias son iniciativas que expresan la realidad actual de una creciente reafirmación de la autodeterminación nacional frente a las exacciones e imposiciones del imperialismo y una conciencia emancipadora continental cada vez más clara. Reflejan la histórica derrota del ALCA en Mar del Plata en 2005; la inconmovible consolidación de la Revolución Cubana; la profundización de las transformaciones sociales, económicas y políticas en marcha en Venezuela, Bolivia y Ecuador y, a paso más lento (y a veces titubeante) en otros países de la región; y la toma de conciencia de que asistimos a la irreversible decadencia de la hegemonía norteamericana en el mundo y, sobre todo, en Nuestra América. Por eso la OEA es una institución anacrónica: representa una correlación de fuerzas internacionales que ya se ha disuelto mientras que el ALBA y el UNASUR expresan el nuevo mundo que está surgiendo de nuestras entrañas. Un mundo que reclama a los gritos proyectos tendientes a fortalecer económica y políticamente a las naciones latinoamericanas y caribeñas como el Banco del Sur, Telesur, Petrosur, Petrocaribe, el Gasoducto del Sur y otros. Sostener a la OEA es una operación no sólo inútil sino además costosa para nuestros pueblos, que podrían reorientar los recursos destinados al sostenimiento de esa organización al combate a la pobreza. Lo que corresponde, por lo tanto, no es librar una batalla para asegurar el reingreso de Cuba a la OEA sino organizar una sencilla ceremonia fúnebre en donde se le brinde una piadosa sepultura, pero sin honores porque por su historia no los merece.

 

Notas

[1] Una selección de esos escritos se encuentra en la recopilación de textos de José Martí que lleva por título América para la humanidad (La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2001)

[2] De hecho, Estados Unidos prácticamente no ha suscripto ningún tratado internacional bajo el argumento de que tal cosa lesionaría irreparablemente su soberanía. Para un examen de este asunto ver Atilio A. Boron y Andrea Vlahusic, El lado oscuro del imperio. La violación de los derechos humanos por los Estados Unidos (Caracas: Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, 2009), pp.49-55. Por eso, entre otras razones, Washington no sólo no ha ratificado el Estatuto de Roma sino que ha activamente boycoteado a la Corte Penal Internacional y su misión de perseguir y juzgar a quienes hayan cometido crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio.

[3] El Senador demócrata Roberto Mel Menéndez ha amenazado con promover una ley en el Senado norteamericano mediante la cual se suspendería el apoyo financiero a la OEA en caso de que la reunión de San Pedro Sula llegara a aprobar el reingreso de Cuba a dicha organización. Menéndez es un tradicional representante y vocero de la poderosa mafia enquistada en el exilio cubano en Miami.

 

Atilio A. Borón es Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales Corrientes, Buenos Aires (Argentina)